Writing cure: Viajeros sin rumbo

viernes, 19 de julio de 2013

Viajeros sin rumbo

Cuando se dan las circunstancias, a veces por el simple anhelo de querer salir a dar una vuelta o de andar, me adentro por las calles comerciales de Barcelona entre sus multitudes de gente, que aún son más cuando es temporada de rebajas. El olor a diferentes productos químicos (combustión de gasolina, el jabón del suelo de las calles) eclipsa la brisa marina que podría llegar desde el puerto. La poca naturaleza de la ciudad se rinde ante lo artificial, que a veces son sinónimos de progreso y de civilización.

Observo decenas de personas aglomeradas en escaleras mecánicas, que suben y bajan simultáneamente rumbo a la planta donde se encontrarán sus productos ideales, que les proporcionarán felicidad. Instantánea o simplemente momentánea. Los pasillos de las tiendas desprenden calor humano. Son personas sin destino concreto, pero que inconscientemente tienen uno mismo: comprar. Comprar es sinónimo de felicidad.

Los músicos de la calle y los grupos reivindicativos son ignorados o son compensados con alguna que otra moneda por parte de los más solidarios, mientras las personas en colectivo lo comentan en un tono despectivo en conversaciones privadas. Siempre cargadas de bolsas de la compra, arriba y abajo. Consumismo. Felicidad. Comprar. Pequeñas ovejas que salen a la vez de sus corrales para perseguir sus ideales publicitarios hacia un paraíso que no existe.

Mientras tanto, escucho un músico que con su teclado toca una canción. Nocturna número 2 de Chopin. Belleza para algunos, entretenimiento para una gran mayoría.


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