Writing cure: agosto 2013

jueves, 29 de agosto de 2013

Sexismo explícito y viral

Recientemente he visto muchas críticas en Internet sobre la actuación de Miley Cyrus en los VMA's awards. A pesar de que no admiro el mundo de la música pop y de que normalmente no le presto demasiada atención, prefiero dedicar este artículo al sexismo que mostraba dicho espectáculo.

Desde un principio se ve una Miley Cyrus con el pelo muy, muy corto y una especie de moños encima de la cabeza. Hace gestos provocativos y lleva un vestido provocativo. Llega un hombre vestido de rayas blancas y negras, de apariencia joven; y ella se arranca lo poco que lleva hasta quedarse en ropa interior de color carne, simulando su color de piel. La chica aún incrementa sus intentos de parecer sensual cuando aparece el hombre, pero acaba pareciendo más bien basta. El hombre, mientras tanto, recita frases en inglés vulgar refiriéndose explícitamente a hechos del acto sexual, de tipo más bien machista, mientras que ella simula ser contenta y enorgullecerse de ello. El hombre es Robin Thicke, de 36 años, casado y con un hijo pequeño. Miley fue una actriz de Disney y era protagonista de Hannah Montana, una serie destinada a todos los públicos pero hecha para niños y pre-adolescentes.

Recientemente me ocurrió un hecho anecdótico. Escuché una canción en la radio que me gustaba mucho por su ritmo, a pesar de no entender muy bien la letra, ya que mi comprensión del inglés americano y cantado es pésima. La busqué bien y me apareció el nombre de Robin Thicke, y por curiosidad miré el videoclip subtitulado. Y de repente, no sabía si poner una cara de sorpresa o de asco, o directamente enfadarme.


En resumen, esa canción tan "chula" que había escuchado no era más que la muestra de la dominancia del hombre hacia mujeres guapas, modélicas y bien arregladas, a partir de tratarlas como un animal o bien como un objeto sexual, tal y como ya pueden ver en los primeros minutos del vídeo.

No sabemos lo que escuchamos, lo que admiramos o bailamos...


Pero mi objetivo no es fijarme ni en la actuación, ni en los videoclips, ya que este artículo no va a cambiar la producción de éstos. Simplemente resalto la ignorancia que tenemos ante el mundo de la música. Si ya teníamos suficiente con ese género musical llamado reggaetón, ahora el machismo implícito o explícito en el mundo de la música es casi viral. Como había dicho en mi artículo anterior (Sobre la ética y el interés), somos personas perezosas moralmente, con lo cual a veces podemos tolerar conductas que van en contra de nuestros principios o de los principios que defiende un país. Este es el caso de la igualdad entre géneros, que en España y en la mayoría de los países del primer mundo es algo clave para el progreso ideológico y ético a nivel estatal.

... Y el porqué lo hacemos


Muchas veces no nos conocemos demasiado a nosotros mismos y, aún menos, al funcionamiento de nuestras mentes. Hay nuestra parte consciente, y luego la inconsciente: la emocional y la instintiva. Sobre el papel, siempre se ha dicho que nos tenemos que centrar en nuestra parte racional, pero el resto, que es el más sensible, ha sido bastante ignorado, a pesar de ser el más peligroso. ¿Y a qué se debe eso?

Lo que tampoco termino de comprender es el porqué se asocia la desnudez de la mujer o el vestir de un modo provocativo con la liberación del género femenino. Es bien cierto que estos comportamientos pueden llevarse a cabo, claro está, pero en situaciones adecuadas y con la intención adecuada. Si éstos son excesivos y bastos, ¿qué pretenden demostrar? ¿que una mujer está ansiosa de tener sexo, hasta el punto de rebajar su dignidad personal o someterse ante el hombre? 

Pero la fórmula es muy sencilla: basta en reducir el ser humano en su estado más básico, ya sea emocional (inseguridades, miedo a la exclusión social) o instintivo (sexo, comida) y combinarlo con las ansias de novedad que todos tenemos. Así entonces, somos mucho más manipulables y a disposición total de los intereses de los poderosos.  







Sobre la ética y el interés

La moral es un tema que debería de importarnos a todos en cierto grado, pero no se habla mucho de él. Siempre se ha dicho que existe una moral generalizada en cada sociedad, con mayor o menor cumplimiento, o con más o menos transgresiones respecto a las morales de otras culturas. Las normas morales no se plasman en las leyes, pero existen de forma quizá un poco desdibujada en cada uno de nosotros y que son de cumplimiento obligatorio o no.

Toda moral y ética debe de estar libre de intereses, ya que ética e interés son términos excluyentes y nunca deben de ir juntos, porque los actos éticos se hacen sin esperar nada a cambio. Hay muchos países que a nivel internacional inician conflictos, sobre todo bélicos, en nombre de la moral, en este caso lo que pasa ahora con Estados Unidos con Siria y como había hecho ya anteriormente con Irak, mientras lo único que se perseguía era beneficiarse del petróleo de ese país y con el tráfico de armas.

Sócrates, a partir de sus diálogos con los ciudadanos atenienses, estableció que existían unos mínimos morales, presentes en cada uno de nosotros: el respeto, la fidelidad, el honor, el amor. Después Platón trasladaría esta filosofía en forma de ideas, entidades inmutables y absolutas.

Según mi punto de vista, hay unos máximos morales, es decir, que son subjetivos según la persona, cogidos por voluntad propia. Uno de los principales problemas de las morales son la imposición de máximos, como por ejemplo el problema del aborto. En el caso de España, se quiere limitar el acceso de las mujeres al aborto, ya que el partido en el gobierno, el Partido Popular, cuyos miembros suelen ser católicos y conservadores, no les parece moral y creen que es un asesinato. Entonces, se está limitando la libertad de la mujer para decidir si querer ser madre, porque algunos que se encuentran en el poder político se muestran contrarios a él.

La imposición de máximos morales y su inflexibilidad se plasman, sobre todo, ante la supremacía que ha tenido la Iglesia Católica durante tantos siglos en la Historia de la humanidad. Su cumplimiento se aseguraba a partir de la exclusión de la masa ante a quienes no la cumplían, su persecución o acoso, que se ejercía principalmente a través de la Inquisición. Por lo que veo, esta represión ha causado un deseo de rebelión ante ésta, generando una rebelión auténtica ante sus principios morales (como la castidad) y una versión contraria e incluso esperpéntica que ha ido transmitiéndose hasta las generaciones actuales.

El problema del pseudoprogresismo y la falta de mínimos morales

La moral surgida ante la reacción de la ética judeocristiana, ahora mismo está actuando como ésta anterior. En algunos casos se margina a quién no la cumple (o al menos he visto yo en mi contexto cultural y social, y por lo que veo muchas veces en anuncios y los medios de comunicación), ante una oleada de progresismo que ha surgido y dominado durante los finales del siglo XX y lo que llevamos del siglo XXI. Es decir, se condenan otras formas de pensar, muchas veces, en el mismo nombre de la libertad. 

La población occidental actual no ha sido suficientemente ni bien educada, ni es bien consciente de los mínimos necesarios y auténticos para mantener la paz y evitar los conflictos ante las diferentes éticas que pueden convivir en nuestra vida cotidiana. Los mínimos más mínimos y absolutamente necesarios e indiscutibles, para lo que veo en el mundo actual, son el respeto, la tolerancia, la conciencia de que no existe un pensamiento único (si fuese así, no existiría la filosofía) y la apertura ante nuevos corrientes morales o culturales, de tal forma que cada ser humano tenga la suficiente necesidad de reflexionar.

Esta "pasividad de reflexión" que tenemos en las sociedades del primer mundo hace que se nos impongan morales que quizá no desearíamos, de forma inconsciente. Por ejemplo, sobre el papel somos sociedades con la igualdad entre hombre y mujer total, pero hay veces que toleramos comportamientos tanto machistas como hembristas (hablaré próximamente de ello), que de antemano serían indignantes para la mayoría de nosotros pero que, ante nuestra pereza moral, tomamos como algo normal. Es como si a un niño pequeño no le gusta la zanahoria y le dan potitos con trozos de ésta batida. Nos lo tragamos sin más, pero no sabemos exactamente qué nos tragamos. 

martes, 27 de agosto de 2013

El precio del éxito

Youtube ahora mismo está siendo un gran medio para publicar y difundir ideas a disposición de todos y para todos los gustos. Ha sido la cuna de vídeos completamente virales que quizá no merecerían la atención como la tienen, o bien los usuarios han hecho justicia y han empujado al éxito a personas que han podido llegar lejos haciendo lo que les apasiona. Este es el caso de German, un vlogger que se ha hecho muy popular recientemente y que llegó a mis oídos hace poco tiempo. El caso es que estas últimas semanas ha ido recibiendo unas críticas sanguinarias, habiéndose puesto en duda el cómo ha logrado tantos seguidores en Youtube y atribuir este hecho al uso de bots, un medio informático que "roba" o "genera" falsos seguidores o visitas, haciéndose pasar por personas reales. 

Como decía Risto Mejide en Annoyomics, una valoración negativa tiene más atención que una positiva

De antemano, una opinión negativa recibe muchísimas veces más atención que no una valoración positiva. A este factor, hay que añadirle la enorme popularidad de German y la gran difusión de hechos (sean falsos, como lo son la mayoría de veces; o ciertos), dando como resultado una propagación a gran escala similar a la de un virus tropical. Por lo tanto, ha habido una importante masa de personas que han emitido un juicio inexacto, sin haber contrastado antes la opinión de German. Y por fin, él, con un tono un poco enfadado (así es como lo he visto yo) ha mostrado su versión de los hechos. Y de una forma que, realmente, me ha impresionado y que me ha llevado a escribir esta reflexión.


Si veis el vídeo, que ya he adjuntado aquí arriba, veréis un German que tiene las ideas muy claras y que, además, se ha informado bien sobre lo que se le acusa. También algo que he visto ha sido que posee una fuerza psicológica muy buena, y a la que además se le añade una notable humildad. German protesta ante las malas intenciones de los comentarios negativos y de la cobardía implícita que esconden, la atención que buscan y su imposición ante las valoraciones positivas. Defiende, a la vez, la libertad que tenemos de pensar como queramos, de que nos guste lo que queramos y que entonces elijamos qué ver, sin perder el tiempo en cosas que no nos gusten.

La fuerza psicológica de German se plasma, sobre todo, cuando muestra la poca importancia que da a las personas "que le quieren ver caer", y defiende el esforzarse por cumplir nuestros sueños, que nos otorgan felicidad y que, a través de ser buenas personas y nuestras aptitudes, podemos llegar muy lejos. Según él, la clave del éxito es ser quienes somos fielmente, ya que igualmente generaremos polémica y rumores.

La exposición que comporta el éxito 

Pero la clave está en que hay veces que no nos basta con cumplir pequeñas metas, o delante del fracaso nos hundimos en envidias y rencores que pagamos con personas que han sabido aguantar y esforzarse por su pasión, como ha pasado con German. Este maremagnum surgido con la polémica de los bots y German plasma perfectamente la falta de madurez moral, de motivación y la pereza al contrastar las versiones de varios hechos. Como dice el mismo vlogger, el trabajo de una persona se complementa, de cincuenta a cincuenta, con el público que lo recibe, lo usa y lo disfruta.

Pero... ¿por qué tenemos que criticar algo que para nosotros no está, y colocar nuestra opinión por encima de las demás? 
¿por qué tenemos esta percepción de que nuestros gustos son universales? 
¿por qué tenemos que estar tan pendientes de los ataques gratuitos y poco argumentados? 
¿por qué nos limitamos tanto a hacer lo que realmente nos gusta, y respetar lo que no nos gusta?

Y amigos, éste es el precio del éxito. Exponernos a personas con poco criterio, con falta de pasiones y con demasiado aburrimiento.


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domingo, 25 de agosto de 2013

Platón y el cerebro humano: ¿analogía?

Por desgracia para algunos, para la Selectividad los alumnos de Bachillerato tuvimos que estudiar la filosofía de Platón. Platón (427-347 a. C.) fue un filósofo de la antigua Grecia que ha dejado una huella importante en muchos ámbitos: política, filosofía, antropología, la educación, e incluso en la religión. Pero hoy me voy a centrar en el ámbito filosófico y antropológico; y su vinculación con la ciencia.

Platón elaboró una teoría sobre el alma, después de que distinguiese cuerpo y alma, la parte material y divina, respectivamente. Según él, el alma humana tenía tres partes, ordenadas de mayor a menor frecuencia en la población: la parte concupiscible, vinculada a los impulsos sexuales y corporales y ubicada en el bajo vientre; la fortaleza, que representa el honor y las emociones, ubicada en el pecho; y la más importante y la única de origen divino: la parte racional, que gobierna estas dos anteriores y representa la inteligencia, la sabiduría, la moderación y la capacidad de controlar las otras partes. Platón en su obra Fedro explicaba esta teoría mediante un mito de la tradición griega, en la cual la parte racional del ser humano era un auriga que conducía dos caballos, que representaban la fortaleza y las necesidades propias del cuerpo.  A la izquierda he puesto un ejemplo mucho más gráfico para plasmar esta teoría platónica.

Ya sabemos que Platón fue un filósofo de la Grecia antigua, época en la cual empezaba a desarrollarse el interés científico. Pero ahora fijémonos en la fisonomía del cerebro humano, el conocimiento de la cual se ha desarrollado durante estos dos últimos siglos, y las funciones de cada una de sus partes; que tienen autonomía propia y una forma de pensar propia.



El cerebro reptiliano regula nuestros pulsos más básicos: alimentación, respiración, reproducción, control de las hormonas y la temperatura del cuerpo, hambre y sed; y no siente emociones. En segundo lugar, encontramos el cerebro límbico, responsable de los sentimientos, de la percepción, el miedo, los celos, las relaciones sociales. Y en tercer lugar, encontramos el neocórtex, donde se ubica nuestra propia conciencia, la racionalidad, las capacidades cognitivas de aprendizaje y memoria, las destrezas en resolución de problemas... y que regulan las dos partes anteriores del cerebro.

Si nos fijamos, otra vez ciencia y filosofía vuelven a estar dadas de la mano, y curiosamente en la antigüedad ya se habían descubierto (quizá de forma más metafórica) conocimientos científicos que han sido igualmente desarrollados, de forma más empírica, durante los últimos años.

Entonces... ¿la teoría de Platón se corresponde con las tres partes del cerebro humano?

¿Realmente somos tres personas en una de sola, con formas de pensar diferentes, pero que nuestra propia conciencia las regula? 

¿Conocemos cómo está formado nuestro cerebro y cómo funciona?

¿Sabemos administrar bien nuestra parte racional respecto a las otras partes?

Enlaces de interés:
http://es.wikipedia.org/wiki/Plat%C3%B3n
http://filosoluna.blogspot.com.es/2010/01/platon-teoria-antropologica.html
http://www.healthmanaging.com/blog/los-tres-cerebros-reptiliano-limbico-y-neocortex/







viernes, 23 de agosto de 2013

La neurosis, ¿una enfermedad social?

Hace poco leía, por motivación propia, sobre la neurosis.

La neurosis es una enfermedad mental ya catalogada desde el siglo XVIII. Sobre todo, es conocida porque el padre de la psicología moderna, Sigmund Freud (1856-1939), potenció su estudio y su posible cura: el psicoanálisis o la llamada "talking cure" (cura mediante el habla, a la cual rinde homenaje este blog, pero mediante la escritura).


Sigmund Freud decía que el hombre contemporáneo era neurótico. Y esto se debería a una cultura opresora que no permitiría dejarnos llevar por nuestros impulsos naturales o primitivos, generalmente sexuales. En la época de Freud la neurosis se mostraba a través de la histeria, y surgía principalmente de la cultura de su época, sus normas morales estrictamente ligadas a la moral cristiana y al auge de la burguesía industrial, que serían los causantes de esta enfermedad en la mayoría de población.


Actualmente, la psiquiatría ha rechazado completamente esta inclinación de Sigmund Freud de la represión sexual como principal fuente de la neurosis, y se ha limitado a decir que es, además, una represión en muchos más ámbitos, también sobre todo por la cultura y el orden social. Más concretamente, en la inadaptación del niño de nuestro interior a lo largo de su adentración en la edad adulta, con ese choque con la realidad existente, que el sujeto no sabe gestionar y se rebela contra ella. El neurótico imagina paraísos y fantasías muy lejanas respecto a la realidad (ser el mejor en algo, tener la casa absolutamente ordenada) , hasta que choca con ella y cae. Entonces se adentra en un mundo de frustración y vuelve a imaginar para paliar esa situación, de tal forma que nunca acaba de ser feliz. Envidia, refleja su vida en ideales que nunca acaba de alcanzar y siempre vive en un constante conflicto interior y con el mundo exterior, expresado mediante la rabia. 


Se calcula que el 50% de los adultos del primer mundo serían neuróticos, y que el 100% de nosotros hemos sufrido, al menos alguna vez en nuestras vidas, un comportamiento neurótico o neura. Si nos fijamos en lo que dijo Freud y en la definición actual de la neurosis (enfermedad funcional del sistema nervioso caracterizada principalmente por inestabilidad emocional, según la RAE) el mensaje es el mismo: una inestabilidad emocional intensa. Los psiquiatras también coinciden en el impacto con la realidad como principal fuente.


Por lo tanto... ¿la neurosis es una enfermedad social? 

¿Una proporción notable de adultos son "niños grandes"?
¿La sociedad y la cultura actuales son opresoras? 

Comenta y debate. 


Enlaces de interés:

http://neurosis.es/que-es-neurosis/
http://es.wikipedia.org/wiki/Sigmund_Freud
http://es.wikipedia.org/wiki/Neurosis

miércoles, 21 de agosto de 2013

Tropezar con la misma maleta

Hoy me encontraba en los andenes concurridos de la estación de Sants, en Barcelona. Había muchísima gente que esperaba un tren hacia al aeropuerto, cargada con sus maletas y acompañada de sus familiares. Hacía el calor típico del mes de agosto, acentuado por el hecho de estar bajo el suelo.

Con la sensación del sofoco y en medio de la multitud, mientras esperaba pacientemente el tren que me tocaba, he caído en algo que tenía frente a mis ojos y que ha hecho percatarme de algo importante. He visto un grupo de tres mujeres, madre, hija mayor e hija pequeña. Como he dicho antes, había un montón de maletas y... ¡pum! la pobre pequeña ha caído a causa del borde de una maleta que había en el suelo, precipitándose de golpe hacia éste. Calculo que la niña tendría unos ocho años. Ha estado unos segundos tirada al suelo, mientras gemía del dolor y protestaba ante la madre, que pasaba de largo y seguía adelante para ir a otro andén. La niña ha sabido levantarse sola, mientras soltaba alguna lágrima de susto, de dolor y, supongo, que también de la vergüenza de caerse en un lugar público. Pero la madre ni se ha dado cuenta, y si lo ha hecho, ha hecho caso omiso. En cambio, la hermana sí. Pero no se ha dirigido a ella con el fin de ayudarla, no. La hermana, de unos catorce años más o menos, se ha limitado a reírse de ella, porque se había caído y, por lo tanto, se había equivocado. ¿Y por qué?

Este hecho me ha sugerido que está demasiado mal visto equivocarnos en pequeñas cosas. Los niños se equivocan porque no tienen la experiencia suficiente para moverse en la vida y aún menos en las grandes ciudades como Barcelona, y en grandes y concurridas estaciones como la de Sants. Y a la vez los demás nos reímos o nos quejamos de los pequeños errores de los demás y, a la vez, ha habido alguien que lo ha hecho con nosotros.

Luego la madre ha ignorado igualmente el sufrimiento de la chica y la ha condenado con un mal gesto, por la molestia que le ha ocasionado, por haber robado sólo una pequeñísima fracción de tiempo de su vida neurótica típica de la vida adulta, con el fin que pudiese echar un vistazo a la rodilla herida. Hay veces que siendo pequeños nos faltan manos que nos ayuden a levantarnos o que nos den el antídoto para curarnos, para que luego podamos mejorar y no volver a caer en la misma piedra.

La creatividad, como el ser, se basa en equivocarnos repetidas veces y mejorar constantemente, siempre manteniendo la pasión por lo que hacemos y para vivir. Lamentarnos de los errores o de castigar a los de los demás no sirve de absolutamente de nada, porque es algo natural. Lástima que ahora sobrevaloremos tanto la perfección, cuando su obsesiva búsqueda tan sólo nos trae infelicidad...

martes, 13 de agosto de 2013

Tempus fugit

Una de las mayores preocupaciones de las personas, sobre todo adultas, es el paso del tiempo. El tiempo es aquella cuarta dimensión, que surgió cuando explotó todo y se formó el Universo. Con el tiempo todo se originó, la Tierra;  y con ella, luego nació la vida, y luego aparecimos nosotros, los seres humanos.

El tiempo es bueno. Gracias a él crecen las plantas y dan sus frutos, dejan su huella de vida en el mundo y mueren. Los seres vivos dejan su huella y permiten la supervivencia de la especie. El tiempo es bueno, porque marca el inicio y el fin y pone las cosas en su sitio. Hace evolucionar las especies y genera la Historia, la maestra de nuestras vidas. 

Pero la gente tiene miedo del tiempo. Ya se sabe, como dijo Jorge Manrique, nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir. No exactamente el ser humano tiene miedo al tiempo, sino al morir y al envejecer. Las mujeres enloquecen al ver que pierden la juventud y van en busca de productos y soluciones para evitarlo. Después, los adolescentes y los jóvenes glorifican su etapa por el miedo a que cuando envejezcan sean infelices, y lo hacen sacrificando su cuerpo, porque a la vez creen ser inmortales, junto a las botellas, junto a las sustancias que les hacen soñar.

Las personas pasan el tiempo, pierden el tiempo, ven el tiempo pasar, juegan con pasatiempos. Se compran relojes para llegar justo a tiempo al trabajo. Luchan para conseguir su mejor tiempo. Quieren terminar sus tareas en el menor tiempo posible.

Todo tiene un inicio y todo es finito, y nosotros somos finitos. Somos niños, crecemos, somos adultos y luego mayores. Hay niños que no crecen nunca y quedan encerrados en un cuerpo de un adulto, sin poder vivir felices con el exterior. Niños que son más adultos que sus padres, porque necesitan menos tiempo para crecer.

El tiempo es juez y es maestro, es una fuerza muy importante en nuestras vidas que armoniza el Universo, que las da y las devuelve a quien lo merece. El tiempo es muerte, pero a la vez es vida, música, justicia, verdad.


viernes, 9 de agosto de 2013

Un mundo feliz: ¿vivimos como ellos?

Supongo que ya conoceréis las dos grandes distopías escritas durante el siglo XX y sobre las cuales han aparecido varias especulaciones sobre su relación con la realidad que estamos viviendo. Sus títulos son Un mundo feliz (1932), de Aldous Huxley; y 1984, de George Orwell.

La primera trata sobre el desarrollo de la tecnología reproductiva, que conlleva a un cultivo de humanos y la total prohibición de procrear; y que son educados mediante la hipnopedia, llevando a un cambio radical en la sociedad. Podría tratarse de una utopía: una humanidad desenfadada, saludable, sin guerras ni pobreza y, por lo tanto, llegando a una felicidad general. Pero a cambio de erradicar la familia, la cultura, el arte, la filosofía, la literatura, la religión y el progreso científico. En resumen, sus habitantes viven en un clima perfecto a cambio de ceder su actividad racional y emocional, su libertad de pensamiento y expresión y, generalmente, sus derechos fundamentales. 

Para hacerlo de una forma más gráfica, incluyo estas imágenes que encontré en Cuánta Razón y que ayudan mucho a encontrar una analogía de lo que dicen en ambos libros a lo que ocurre en las civilizaciones humanas. 

ORWELL O HUXLEY - A fin de cuentas, ¿quién tiene la razón?


Personalmente, me he leído gran parte del libro de Aldous Huxley, y creo que sí, que hay mucha semejanza con la sociedad actual. Sobre todo me he centrado en uno de los personajes principales, Bernard Marx. Es un joven que ha salido más inteligente que las personas de su alrededor y se da cuenta de los métodos (mucho más sibilinos que en 1984 de Orwell) que usa el sistema para mantener la estabilidad social: la hipnopedia, un método de enseñanza mediante el sueño y que no implica ninguna cuestión sobre lo que se aprende; el disfraz de la felicidad mediante el "todos somos de todos", es decir, sobre el sexo excesivo entre los seres humanos y anulando cualquier compromiso de pareja; el uso del soma, una especie de droga que anula las malas emociones cuando estás triste o enfadado o bien te hace dormir durante días, y de la cual la gran mayoría de los personajes son dependientes... La cuestión principal es que Bernard Marx (por lo que he leído hasta ahora, aproximadamente la mitad del libro) es consciente de lo que pasa y no obedece y esquiva cualquier implicación con estos métodos, con lo cual es marginado del resto y objeto de burlas. 

A mí se me ocurre un ejemplo bastante gráfico. Pongamos que los ideales publicitarios son la hipnopedia, que el soma son las drogas más comunes entre los jóvenes (alcohol, tabaco e incluso cannabis) y que la primera nos dice que todos somos de todos, que podemos acceder a cualquier ser humano como un trozo de carne con fines sexuales. Si alguien no cumple esto ante un entorno que es así... ¿verdad que sería marginado? Tal situación me recuerda al mito de la caverna: el preso se libera, rompe con todas las verdades estereotipadas, sube al mundo de la verdad, baja otra vez para mostrárselo a sus compañeros, y estos lo asesinan porque no quieren cambiar sus malas costumbres. 

Esto me obliga a plantear unas cuantas preguntas: 

¿Estamos obligados a vivir así, y en caso que no lo queramos, condenados a la marginación?

¿Existe la originalidad o todo se debe a la producción en serie?

¿Hasta qué punto somos libres los humanos del primer mundo, cuya sociedad es como la que muestra Huxley?

¿Escoger nuestros propios valores y romper con los estereotipos, como decía Nietzsche con la teoría del superhombre, está mal? 

¿Estaríamos dispuestos a ceder nuestros derechos fundamentales y nuestra libertad de pensamiento y expresión, a un hedonismo creciente cargado de malas intenciones?





jueves, 8 de agosto de 2013

Contexto histórico

Muchas son las anécdotas que voy recogiendo día a día, a través de las cuales elaboro reflexiones. Forma parte de mi modus operandi: intento analizar las situaciones lo más pragmáticamente posible y extrapolar alguna lección o observación. Entonces, en mi cesta de momentos a destacar y entorno los cuales reflexiono he encontrado uno que he hecho reposar como el vino, por tal que, con la espera, pueda obtener un resultado más o menos bueno.

Todo empezó cuando tuve una invitada muy especial en mi casa. Antes que esta llegase, observé que misteriosamente habían dejado un libro encima del sofá que trataba sobre una larga lista de sucesos históricos a través de fotografías ordenadas cronológicamente y que marcaban puntos importantes de nuestra historia contemporánea: Armstrong pisando la Luna, los tremendos efectos del crack del 29 en Estados Unidos, Einstein sacando la lengua ante la cámara, la construcción del Empire State. Y yo, bien interesada, me incliné a observarlo, a leer sus descripciones y a pasar la página con un movimiento repetitivo y delicado de los dedos. Una vez lo dejé, repasado y bien repasado, encima de uno de los imponentes cojines del sofá, llegó la famosa invitada. Ella tuvo una expresión de gran interés, mediante unos ojos maravillados mientras miraba la portada, llena de fotos en blanco y negro, quedó cautivada por su belleza.  Y ella, girando las páginas con mucha velocidad, de forma desastrosa y con poca delicadeza, comenzaba a exclamar: "¡ay, qué chulo!, ¡Has visto chica, qué bonita esta foto, qué bonita la mujer que aparece en ella? ¡Siempre he creído que esta tal Audrey Hepburn es muy guapa!".

Al oír estos vocablos con énfasis y fascinación superficial me quedé helada como un iceberg. Medio indignada y sorprendida, intenté calmarme y pensar: "Es normal. Mirar todo el día la televisión, criticar todos los personajes que aparecen allí y sus vestimentas tiene sus efectos". Y entonces, tras dar vueltas momentáneas al asunto, llegué a la conclusión que ese ser en mi sala de estar no era más que una muestra del poder de los medios de comunicación en las clases populares, haciéndoles preocupar por cosas tan mundanas como el físico, mientras que lo que realmente importa son la transcendencia de los hechos. Son los presos de dentro de la caverna, adultos o niños. Mujeres sumergidas en programas de belleza y en series de mujeres amargadas y desesperadas.

Entonces le dije:

- Este libro no es solamente de fotografía. Es de historia contemporánea.

Se puso de morros y, desinteresada, lo cerró de un golpe y lo dejó en el mismo sitio donde lo había dejado, decepcionada.

Y es que a veces nos preocupamos por cosas tan irrelevantes...