Writing cure: marzo 2014

domingo, 30 de marzo de 2014

Campanas de luto

Suenan las campanas de una iglesia
Su melodía de luto es sorda para ellos.
No pueden, no pueden.
No sienten, no sienten.
Es la insensibilidad de los que nunca duermen.

Porque en el Apocalipsis
Ellos vieron sangre, ponzoña suya en ella.
Salen de noche, para que los humanos no sepan
Que nadie les esperará en casa en casa,
 y que tampoco esperarán a nadie.

Los muertos vivientes andan por la noche.
Buscan sus presas para alimentarse,
Pues son los zombis que roban sonrisas para nutrirse,
Que asesinan vidas para reírse,
Que cavan tumbas sin enterrarse.

Una noche de marzo ellos mataron
Pero sin dejar cadáver
Una vida adorable que era
Llena de sol y flores
Que de viento helado se marchitaron

Terrorismo de sentimientos nunca condenado.
Tolerancia ante montañas de cadáveres que alzan su orgullo.
Y nadie, nadie será castigado.

Aunque suenen las campanas de una iglesia,
Recordad que los vampiros serán vampiros,
Los lobos serán lobos,
Los buitres serán buitres,

Y los cuervos serán cuervos.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Dualidad

Hoy he soñado contigo. Y no sé si decir si he soñado o si realmente te he visto, pues eres tan impredecible y tan cambiante que no se puede tener ninguna seguridad sobre tí.

Algunas veces eres sol, porque ayudas a las personas a encontrar su camino. Pero otras veces eres sombra, porque te escondes detrás de los demás y los vigilas sigilosamente, sin que se den cuenta. No eres fantasma porque tienes forma y tienes voz. Y tampoco eres fantasma porque tienes sonrisa, que eclipsa completamente cualquier duda que podamos tener sobre tí.

Tienes fotografías en las que siempre sales igual. Eres como el actor que reproduce cien mil veces la misma función. Mas no sé si eres actor, si eres público o si eres guionista, o si eres las tres cosas a la vez. Tus miradas son el polígrafo que retrata la verdad, pero a su vez tus ojos son mentira, son pura ficción. Son una película de pura psicología atormentada, que busca esconderse tras los matojos del andar solitario, del llorar por las noches pensando qué hacer con su vida. Eres Drácula pero luego eres Superman, un día eres Dr Jekyll y luego Mr Hyde. Una semana eres veneno y la otra eres medicina, un mes eres verano y en el otro invierno; por la mañana eres ángel y por la noche eres demonio.

Pero tus fotografías son las mismas. Y en ellas nunca aparecen ni cuernos, ni cola de pecado, ni alas de ángel. Sólo una sonrisa perfecta, de oreja a oreja, típica de los vencedores que nunca han tenido nada que vencer.

lunes, 10 de marzo de 2014

El miedo

Ya desde unos meses hay fantasmas que me corroen por dentro, o traumas que creía muertos y enterrados, y que han despertado cual zombis.  Los fantasmas y zombis se han convertido en odio, a veces justificado, otras injustificado. Pero el odio es un veneno corrosivo que te destruye por dentro y que implosiona. Por eso, es necesario sacarlo antes posible, como esa gangrena que debes mutilar antes de que se extienda en otras áreas del cuerpo.

Ahora ya sufro las consecuencias de no haber extirpado el tumor a tiempo. Han aflorado los miedos de antes y mi peor yo, siendo alguien que realmente no era y, en un ejercicio de introspección realizado un viernes por la tarde, no he tardado mucho en encontrar las razones que lo provocaban. Pues llevo demasiado tiempo aguantando una falsa filantropía que disfraza sentimientos recesivos, y el tener que ir con una sonrisa a lo alto para no llamar la atención de los buitres hambrientos de temas de los que hablar por el hecho de saber que en cualquier momento me arrancarán la lengua, como la molestia que le causa a un padre su hijo recién nacido por las noches. Demasiado egoísmo, chulería, doble moral y peloteo que caracterizan el liberalismo rancio que se nota en la atmósfera. Muchas veces las palabras no pueden cambiar el mundo porque muchos no tienen oídos para escucharlas, pero lo que es una verdad irrefutable es que el tiempo pone cada uno en su sitio, por lo que tan sólo hace falta esperar a que se produzca la deseada relación causa y efecto.

Si no me he lanzado a la piscina de agua helada hasta ahora es por el miedo irracional a la soledad, y digo irracional porque esa soledad, aun así, será inexistente, como el hipocondríaco que teme a una enfermedad fantasma o el paranoico que cree que será asesinado la siguiente semana. Y es así cómo se valora más lo que se tiene que lo que no se tiene, para poder salir de nuestras fobias del pasado y finalmente salir a la superficie de la piscina, que es el statu quo y aspirar a un mundo mejor. Todos los inicios (y aún más las rupturas) son difíciles, pero son una gran oportunidad para salir adelante, pues sólo se puede construir una nueva casa si la derribas y empiezas de cero. 

El exilio es el precio del riesgo de haber visto el peor lado de la mísera condición humana, del ridículo, de la incultura escondida bajo el lujoso tapiz de sobresalientes en el colegio, de haber descubierto la auténtica estructura de la mafia, con sus capos, sus víctimas (entre las cuales no sé si incluirme, pues por orgullo no lo haría) y su enorme juego de complicidades entre vencedores y vencidos, entre influyentes y no influyentes, entre activos y pasivos, entre sumisos y fustigadores que se plasma en risas relativas al físico del bufón de turno o de sus actitudes que, desde una perspectiva privilegiada y prepotente, desprecian, creyéndose modelos de Victoria's Secret o de unas personalidades perfectas, mientras que éstas son auténticamente lascivas y muy parecidas a las de personajes como Kiko Rivera o Belén Esteban.

Es la clave para evitar la locura que ya aflora y que está a punto de dominarme por completo, además de ahogar todas mis potencialidades (que, por supuesto, fueron menospreciadas por no incluirse en su lista de conductas socialmente toleradas). Porque mientras unos ya van cavando su tumba (y la de los demás, hecho que me saca de mis casillas), otros construyen una casa, una partitura, un templo, un libro o un futuro viviendo en Nueva York.


Os aconsejo que si os encontráis así, dejad lo que tanto os corrompe, y sed auténticamente vosotros mismos. Vale la pena.