Writing cure: diciembre 2014

lunes, 29 de diciembre de 2014

La verdad sobre el acoso

Quizá es el artículo más personal que haya escrito jamás.

Pero me veo obligada a escribir sobre ello, para poder prevenir que ocurra en otros casos o para quienes se vean sumidos en esto tomen conciencia de lo que les está pasando y tengan suficiente fuerza para salir de este pozo que, como os he dicho, he vivido personalmente.

viernes, 26 de diciembre de 2014

Disección de la mafia.

Sacrificio de Ifigenia.

Por otro lado, el mecanismo del chivo expiatorio suele producirse cuando el clan familiar sufre algún tipo de crisis interna y su o sus líderes recurren al sacrificio de alguno de sus miembros, como medida para reforzar los lazos grupales que se están disolviendo o que están en peligro. Obviamente, cualquier familia que base su unidad en el sacrificio humano es una familia tóxica o patológica, basada en un modelo que traerá al mundo nuevos psicópatas socialmente integrados. En todo caso, las familias donde se promueven casos de mobbing, deberían ser psicológicamente intervenidas o ayudadas, por orden judicial (si fuera preciso). 

Era algo habitual, tradicional en la tribu. De forma anual se organizaban esas convenciones, más por costumbre que no por voluntad; en las cuales algunos aprovechaban, cual acto de sublimación personal, para evadir las frustraciones propias con el reconforte que les daba saber que, aquellos seres que envidiaban, también tenían desgracias.

Su actividad era la misma, hasta tal punto que se producía ad nauseam, de forma poco original. Tenían un pensamiento chapado en la racionalización económica, que a su vez trasladaban, en un acto infantil y egoísta, al modus vivendi de los demás. Eran la mafia contemporánea, aquélla que existe y no se sabe que existe, porque es transparente a los ojos de la gente, pues ya es costumbre y se ampara bajo el disfraz del día a día, de la desgracia de no tener trabajo, de una libertad de expresión de pacotilla que ellos mismos inventan, ciencia para nada exacta. Seguían cometiendo asesinatos de una forma impecable y limpia: habían abandonado los métodos tradicionales (cierto es que les faltaban recursos para seguir haciéndolo) y pasaron a uno que no dejaba ni sangre ni cadáveres. No se obviaba, pero, el hecho de que, en aquellas suculentas reuniones navideñas, colocaran a un chivo expiatorio encima de la mesa, le clavaran cuchillos y chinchetas, incluso violaran a las mujeres y a los niños en más de alguna ocasión, para sublimar la miseria de la propia condición humana, bajo el amparo y la complicidad de la omertà de sus miembros que, como siempre, fue efectiva.

Su última presa fue una joven periodista, a la que le ataron de manos y tobillos. Los hombres procedieron a violarla infinitas veces, porque era, además, culta y buen estudiante y, por no cumplir con los estandartes de la buena mujer, la torturaron hasta la saciedad bajo el lema de "calla o morirás". Eran delincuentes de cuello blanco, con las manos manchadas de sangre y lágrimas, que también violaban y torturaban los niños pequeños para perpetuar su asquerosa tradición y flagelarles, cual tatuaje no deseado en la piel, su ideología carente de ideales y de moral, a pesar de que pareciese lo contrario. Vivían unidos por el inexistente vínculo de la omertà, por la desgracia ajena, por la base de la tortura flagrante a quien menos se lo merece, bajo la constante mirada vigilante de su propia policía del pensamiento, degenerando aún más la especie humana. 



Dentro de sus propias filas, había una gran colección de las diferentes formas de la denigración humana extrema: victimistas, pederastas, violadores, conspiradores, homosexuales reprimidos, machistas, personajillos con delirios de grandeza y con trastornos paranoides de varia índole y de notable gravedad. Psicópatas socialmente integrados que tenían algo en común: que no valían nada para la sociedad y que hacían más daño que bien en lo que llaman el progreso de la humanidad. Así que un día, ya fuera o fuese de manera consciente o inconsciente, decidieron organizarse, desarrollar aquéllas bacanales de horror humano, tortura y sadismo familiar, bajo las órdenes del capo de turno o el jefe del momento, para proteger cualquier ataque a su grandísima persona y a la de sus miembros, bajo el intocable principio de si tocaban alguno de los suyos, respondían todos los demás, cual clan gitano o mafia siciliana. Era una secta donde depositaban esperanzas, sueños rotos, devoción hacia cosas inexistentes, orientaciones políticas aparentemente progresistas, donde algunos imaginaban ser superhéroes, mientras tan sólo eran ratas de alcantarilla, donde su gran Dios eran el euro y las divisas. 



Seres humanos que acabarán enterrados en la fosa común del olvido y de la pena, colgados en la plaza del pueblo, decapitados después de una gran revolución popular, encerrados en un psiquiátrico o una cárcel. Tan sólo el tiempo, su peor y temido enemigo, ejecutará a quién tendrá que ejecutar, a partir de jueces, fiscales, polícias, enterradores, personal sanitario, enfermeros, milicias populares.