Writing cure: Senectud

domingo, 8 de marzo de 2015

Senectud

Abro un viejo armario y entra por mis fosas nasales un aire cargado de nostalgia. Mis sentidos no hacen gran esfuerzo para adivinar de qué se trata. Es un recuerdo, que de nuevo me invade en una estampa de nostalgia y de un paseo de los lugares más recónditos de mi niñez.

Recuerdo todas aquéllas películas que había visto. Aquél vídeo en el que salía aprendiendo a andar y dando patadas a los juguetes, o cuando tocaba notas de un piano con la emoción del sin ton ni son. Aquéllas mañanas de verano que pasaba en el parque, ideando invasiones en una casa del árbol inexistente, o cuando intentaba molestar a unas gallinas que estaban allí cabreadas, o cuando me sumergía en un mar de hiedra simulando que estaba en el corazón del Amazonas. Entonces no valoraba la bella compañía, ni era capaz de entender que la historia podría dar un giro de tres-cientos sesenta grados. Tampoco era capaz de entender, con las manos de una niña pequeña que tan sólo aprendía, exploraba y se divertía, que las personas se separan por sinrazones o porque, simplemente, alguien lo ha querido así.

Subo en la colina de mi vida, viendo el paisaje que he dejado y el rastro de mi mochila llena de piedras. No me siento culpable, sólo miro imperante mi gobierno sobre estas tierras, tierras que son mis recuerdos, mi historia. Ahora todos simulamos lo que tenemos que simular, guerreros de bandos enfrentados, coroneles que mandan tanques y tropas, porque dos destinos así lo han querido. Porque aquéllos que se hacían llamar pacifistas incluso se han alistado, como yo, pero yo buscando la supervivencia, como aquél Lazarillo de Tormes que se traga el orgullo para engullir pan, como aquél que hace justicia en la sombra.

Y recuerdo esto, entre cabellos blancos y sonrisas pueriles, en la gracia ajena de unas manos que me sujetaban, las mismas que ahora, por puro deseo de rabia, me agredirían una y otra vez. Y se remontarán en mis tiempos pueriles, para decir que aún sigo siendo niña, cuando el peso de los años se me hace cada vez más y más evidente, en las primeras patas de gallo o las varices que aparecen en mis piernas. Años pueriles que fueron bellos, pero que se ensucian por el presente, recuerdos que sirven en el ahora para justificaciones perversas.

Quizá cuando vuelva de este viaje, cuando deje de ser soberana de estas tierras llamadas conflicto o éxodo, ya no estaréis presentes. porque me habré perdido en la sombra de mi capa, en el silencio de un muro levantado por una llamada cortada, o por un aparente silencio lleno de susurros y de conspiraciones entre políticas y morales. Pero volveré, como aquél de la película del cinco de noviembre, buscando la justicia que algunos merecen, o que yo merezco, o algo así.