Writing cure: 2015

martes, 25 de agosto de 2015

AVISO A LOS LECTORES

Este blog cerrará definitivamente a finales de septiembre.

Nos hemos instalado en la plataforma WordPress para mejorar la experiencia del lector y de los administradores.

A partir de ahora se publicarán entradas a la web http://writingcurees.wordpress.com y hasta el momento quedará inoperativo.

Muchas gracias por su atención, podéis seguirnos en Twitter en @Cure_Writing.

sábado, 22 de agosto de 2015

Bernini, el tiempo y una dulce verdad



En Roma se encuentran muchos sorpresas. Es un lugar prodigioso para los humanistas, para los que se emocionan con el arte, los que buscan el significado a todas las obras pictóricas y escultóricas y para los que el arte es un medio perfecto para expresarse. 

Me hallaba yo, perdida entre tantas iglesias, entre tanto oro en el Vaticano, entre tantos y tantos  espejismos dados por el calor en pleno agosto, que me encontré con ese grupo escultórico del que no tenía noticia dentro de la Galleria Borghese, ubicada en la zona alta de Roma. La entrada valió la pena: en ella se albergaba la mayor colección de las obras de Bernini, el escultor oficial del Vaticano durante el papado de Inocencio X. Sus pliegues característicos y el retrato perfecto del movimiento en el David. El recuerdo de la Guerra de Troya con Eneas y Anquises. La transformación mitológica de Apolo y Dafne y su perfección a la hora de limar y pulir el mármol detalle a detalle. 

Nunca la terminó, ni fue un encargo de nadie. Era un retrato íntimo, intimísimo, dado que el Papa había muerto y, con su sustitución, lo prefirieron a Borromini antes que a él. Un momento de crisis, crisis por la que se caracteriza el Barroco, corriente artístico en el que él se hallaba y, a su vez, en su contexto personal. 

La verdad revelada por el tiempo (La Verità en italiano) es una alegoría sobre que la verdad, a la larga, acaba saliendo, con toda su belleza y bondad, sentada ante la Tierra y dominando todo el mundo conocido. Por ello, la representa como una mujer con los cánones de belleza del momento, denotando una gran fertilidad; riendo y siendo destapada por el tiempo, que a su vez es el tiempo que se lleva por delante ese mantel. El mantel que la cubre, el engaño, la ignorancia y el desconocimiento de ella, se releva cuando el viento de la verdad llega y destapa toda su grandiosidad y belleza. Como siempre, Bernini es fiel a sus pliegues y a su absoluta fidelidad al retrato de emociones y del viento, como se podía observar en el Éxtasis de Santa Teresa. 


La descripción, escrita en latín, retrataba su situación personal, que a su vez era una muestra más de soberanía del artista sobre sus medios para conseguir sus obras. 

Simulacrum veritatis tempore detegendae.

martes, 17 de marzo de 2015

La dictadura de los débiles

Ya es sabido, como muchísimas veces he podido observar y muy poquitas escribir, que el mundo justo es el contrario que debería de ser, o al menos al revés de lo que nos han hecho entender. Algunas veces observo a aquéllos que se conocen como los "ganadores", los "superiores" en general, es decir, aquéllos en los que nuestra psique identifica como a alguien que está por encima de nosotros, aceptando nuestra bajeza como algo natural, que debe de aceptarse. Sino, podemos fijarnos en lo bien que les ha ido a tantos gobernantes y dictadores durante la Historia de la humanidad que, con un perfecto dominio de la moral y de la información, ejercieron un auténtico lavado de cerebro a la población para aceptar que ésta era súbdita de alguien aparentemente impuesto.

Pero hagamos un breve ejercicio mental. Fijémonos en el Generalísimo Francisco Franco:


Y ahora despójalo de todos los títulos militares y políticos que se le atribuyeron, y vístelo con unos tejanos y una simple camisa, escuchando de fondo y de forma repetitiva su voz aflautada, y fíjate en su bajeza mental y emocional. Nos vamos a encontrar con un ser inútil, de baja estatura por ser militar, y muy posiblemente con una carencia de autoestima lo suficientemente fuerte como para que se viera obligado psicológicamente a fusilar a cualquier ser semoviente con un pensamiento distinto. Muy posiblemente fuera lo que hoy llamaríamos un inadaptado social en el Ejército, principalmente por su físico y su voz extremadamente aflautada, su personalidad más que deformada psicológicamente y su ignorancia llevada al extremo. 

Este es un claro ejemplo de lo que pasa hoy en día: los grandes inadaptados de la sociedad son los que consiguen, por medio de sus propias venganzas personales, alzarse en los puestos de poder y desde estos ejercer el mal más absoluto, revertiendo totalmente este ciclo, dado que se adueñan del poder de la moral y de la definición del bien y el mal, marcando pues lo que se considera socialmente adaptado y lo que no.

EL MITO DE LA ADAPTACIÓN SOCIAL

¿Qué nos viene a la cabeza cuando hablamos de "adaptación social"? 

Nos vienen a la cabeza nuestros parajes en el instituto, cuando por no llevar una camiseta de marca nos consideraban excluidos socialmente, o cuando no queríamos seguir gilipolleces indignas por parte de los demás, como grabar a alguien haciendo el ridículo en estado de embriaguez o bien perder la dignidad cada noche de sábado.  Es el problema de miles de jóvenes de hoy en día que, para suplir una carencia emocional más que evidente, se emborrachan en las fiestas de Barcelona en Plaza España hasta el borde del coma etílico, dejando su salud y su autoestima por el suelo, en virtud de gustar a una serie de individuos de la misma especie, que a su vez buscan solventar de una vez por todas su evidente incapacidad social.

Pero no sólo pasa en los institutos: también pasa en las oficinas o incluso en las Universidades, donde se ha construido el mito, muy posiblemente de influencia americana, en las que la época universitaria se dedica a la diversión, mientras que debería destinarse principalmente a construirse a uno mismo y encaminarse seriamente hacia el saber que nos conducirá a ser alguien el día de mañana. 

El problema reside en que estos individuos, sin ningún respeto hacia los demás y un constante egotismo, son extremadamente tendientes al chisme constante y a la humillación del seguro de sí mismo, por tal de autorrealizarse y ganar salvajemente un puesto en un contexto social. Tan sólo hace falta fijarse en la política, donde seres totalmente incapaces tanto en lo psicológico como en lo intelectual se alzan en los puestos de poder a base del enchufismo, el tráfico de influencias y el peloteo mutuo, pues con este busca suplir las deficiencias psicológicas de los más miembros.

En conclusión: nos encontramos con seres que se doblegan hasta el punto de la deformidad psicológica, haciendo el ridículo en las redes sociales, y que están cual GPS buscando seres con los que compartir su bajeza psicológica aceptada y sus complejos más que exagerados. 

Porque si fuéramos seres libres, democráticos y tolerantes, con unos valores más o menos homogéneos, muy posiblemente no harían falta normas tribales o cumplir con la rebaja constante de la dignidad tan sólo por ser aceptados en un triste grupo; y bastaría además con saber convivir con nosotros mismos en soledad para aprender a aceptar al diferente, o saber reivindicarnos como nosotros mismos en situaciones problemáticas de la vida. La verdadera adaptación social es tener la fortaleza interior suficiente para asumir unos principios válidos para todos, a partir de la cual uno se ve perfectamente capacitado para relacionarse con seres diferentes pero iguales a él. Y muchos no la tienen, dado que esta fortaleza debe trabajarse. 

MORAL DE REBAÑO

Y aquí es dónde empieza lo que denomino, en palabras mías, la venganza de los débiles.

Todo ser indigno tiene que recomponer su imagen, dado que ya da por aceptada su bajeza y su inferioridad como algo natural. Entonces se recurre a la solución fácil, la que carece de menos madurez emocional, y es a la de doblegarse a la moral de seres psicológicamente iguales que se enmascaran bajo una fortaleza totalmente abstracta, e incluso indigna hacia los ojos ciegos de la gente. Esta moral de rebaño hace que automáticamente nos rindamos a seres que aparentemente son superiores a nosotros, dando lugar a consecuencias catastróficas a escala global, o en un contexto más privado, culminando en casos de bullying, muy frecuentes hoy en día. 

Esta moral de rebaño, completamente superficial, sin necesidad material alguna y fruto de sentimientos tan profundos como el resentimiento o el rencor, es el baremo sobre el cual uno se considera adaptado o no. Desfiles de Victoria's Secret y chicas que resuelven sus complejos recurriendo a la bulimia; niñatos de catorce años que son adictos a la marihuana sólo para contentar a sus amigos, o incluso adultos que necesitan presumir constantemente de tener un número X de amistades, colgando incansablemente su vida social en Instagram, haciendo el vacío a otros para autorrealizarse o para alcanzar un rol de poder en un simple y triste grupo de amigos.

SOCIEDAD Y TABÚ

Pero la venganza de los débiles no culmina aquí, dado que la moral de rebaño no sirve para nada si no se establecen ciertos tabués. Me explico. 

Además de que uno se califique de inadaptado social, se tienen que asegurar unos mecanismos fijos para que éste no pueda reivindicar o tomarse la justicia por su mano, es decir, se tiene que impedir intrínsecamente que este individuo salga de la cáscara de las normas sociales, ya que sino a estos inadaptados sociales a los que llamamos superiores (y que ahora mismo están, por ejemplo, dirigiendo los bancos donde tenemos nuestros ahorros) se les acaba el paraíso, dado que no es más que un castillo construido sobre las nubes. 

Si nos fijamos en las leyes, y sobre todo en materia de seguridad ciudadana, veremos recogida la expresión "alteración del orden público". Con esta categoría tan generalizada, se puede manejar el orden público a conveniencia del que pone las normas de la moral, esta vez por medio de los medios de comunicación y su selección más que evidente ante lo que se considera un liante (véase el Pequeño Nicolás) o un violento. 

Pues ahora esto, a escala social, se tapa con la filosofía del buenrollismo. Con esto, nos vamos a encontrar muchas personas impedidas para expresar francamente lo que piensan o defenderse en público, por miedo a que pueda romper una harmonía puramente formal, porque como a muchos les habrá pasado se han encontrado con traiciones, chismorreos varios o vacíos hechos a otras personas, muy posiblemente en base a la bajeza emocional y el temor a alguien seguro de sí mismo. De este modo, el que exprese libremente lo que piensa, el que quiera enfrentar directamente y públicamente una controversia ante una injusticia más que evidente, será directamente tachado de problemático, dado que habrá roto, aunque sea temporalmente, este buen rollo puramente de anuncio de pasta de dientes.

Estoy harta de encontrarme cartelitos y postureo de todo tipo, libretas con mensajes buenrollistas (que incluso yo he llevado, he de admitirlo) con las que sólo por esta maldita estampa te cobran quince euros de más; y sobre todo frases de filosofía quinceañera o del corte de Paulo Coelho, con las que vamos explicitando cada vez más nuestra bajeza emocional, cubriéndola con frases estúpidas y demás, con el afán de mostrar al exterior que no somos carentes de fuerza emocional.




EL ENEMIGO

Pero hay alguien que puede deshacer o entorpecer estos maquiavélicos planes.

Es el caso del que ignora estas normas impuestas y no deja que ni su pensamiento ni su moral se doblegue ante este fenómeno, y el que denuncia las injusticias ante los demás, y parar de una vez por todas que las personas con una incapacidad emocional más que evidente se alcen en los roles de poder.

Porque sin lugar a dudas, son este tipo de personas, tan admirables, que poseen unos valores de fortaleza y de amabilidad, las que realmente son beneficiosas para la sociedad, muy desafortunadamente siendo objetos de burlas constantes. Personas que, sin lugar a dudas, podrían ser los médicos que salvan a tus hijos, o que estarían dispuestas a morir por un ideal que realmente valiera la pena, o a sacrificarse para su carrera académica constantemente, sin ánimos de peloteo y superando cada obstáculo que se encuentra por el camino. 



Y a este tipo de personas se le ha calificado de "enemigos", personas con carácter y seguras de sí mismas, que saben lo que quieren y cómo conseguirlo. Normalmente, hemos relacionado a alguien que tiene un carácter fuerte como una persona problemática, extremadamente manipuladora y violenta, hasta tal punto de llegar a quedarse sólo; mientras el "carácter fuerte" es una seña de identidad, una fortaleza que se tiene para no dejar la dignidad aparcada a un lado, para defender lo que es propio. Cuando es justamente al revés: las personas deficientes socialmente son las más manipuladoras, rencorosas y las que acuden más a la violencia (sobre todo emocional) para lograr sus fines.

Y glorificando a estos seres, así nos va.  

domingo, 8 de marzo de 2015

Senectud

Abro un viejo armario y entra por mis fosas nasales un aire cargado de nostalgia. Mis sentidos no hacen gran esfuerzo para adivinar de qué se trata. Es un recuerdo, que de nuevo me invade en una estampa de nostalgia y de un paseo de los lugares más recónditos de mi niñez.

martes, 3 de marzo de 2015

Parecía que fuera ayer - Especial 5000 visitas y 100 artículos

Parecía que fuera ayer.

Fue hace poco cuando, en mis quince años casi cumplidos, empecé a manejar en mis manos los primeros artículos de Pérez Reverte. Hacía relativamente poco que me había leído una saga de libros estrictamente comercial, llena de clichés y de amores adolescentes, pero el hábito de la lectura me empujó a leer aún más.

martes, 17 de febrero de 2015

Psicosis cultural

Me pierdo en una mirada de Pablo Picasso. Intento descomponer mi imagen, intento descomponer mi mente, mis emociones, mi cabeza, mi cuerpo. Soy un desorden, como aquél castillo de Lego que rompía de pequeña tras un buen rato de ingeniería pueril. Derribo todo lo que fui, lo que soy y lo que he sido. Y me reconstruyo en un aliento, en un lloro, en una obsesión, en amores pasados que tanto me costaron olvidar, en mis complejos de la adolescencia, aquéllos que se clavan como cuchillos en un hueso durante la madurez. Me pierdo en Jacques Derrida, deconstruyéndome, encontrando el origen de mi vida, de mi moral, de lo que soy ahora, de lo que seré en un futuro.  Y me reconstruyo, imitando al fénix que vuela o que resucita. Busco un cielo y nuevas oportunidades. Nada.

Me pierdo en personajes como Lisbeth Salander, mirando de comprender a la sociedad ante su repudia. Miro de hacer justicia en aquello que me afecta personalmente. Ganas de venganza, sana o no. Intento hacerme la dura y la difícil, ocultando lo que siento y lo que pienso. Y me pierdo entre libros de Sigmund Freud, sabiendo la toxicidad de esta situación, lo que produce el tabú, la teorización de la familia y hacia dónde va la soledad.

Me pierdo en las notas de un piano. En una base de rap, entre los versos de García Lorca, escuchando música de Nancy Sinatra.  Noches de bohemia, pensando en qué me equivoco y en lo que debo de hacer.

Y pinto. Y escribo. Y compongo. Y pospongo lo que debería de hacer, a la espera de que lleguen mis días de gloria. 

jueves, 5 de febrero de 2015

Violencia y género

Últimamente estoy muy puesta en lo de escribir artículos de mi vida personal, así que proseguiré. Quizá éste sea el más polémico que he escrito hasta ahora, y a la vez el más complejo de entender y que requiere una mente aún más abierta.

lunes, 2 de febrero de 2015

Vencedores y vencidos

Amanezco en mi pueblo, sol y viento gélidos. Masquefa amanece silenciosa, las casas blancas y de colores fríos relucen en un sol que sólo ilumina un pueblo sumido por la tristeza profunda. Hoy se siente pena por el drama. El drama de un adolescente que puso desenlace justo el día antes, porque no aguantaba más. Su pecado: ser bisexual. Los asesinos, en paradero desconocido y escondidos bajo la máscara del cobarde, el que tira la piedra y esconde la mano, reflejo de una enfermedad social, que es la hipocresía, la intolerancia y el sadismo no sólo de adolescentes, sino de incluso gente mucho mayor y que se proclama madura. La necesidad infantil y rastrera de joderle la vida a los demás, no sólo ni únicamente con hostias, sino con risas, vacíos, engaños, murmurios y discriminación. 

Valientes hijos de puta que se esconden tras haber matado tras una cuchillada limpia, perfecta, abriendo una herida y una brecha emocional en amigos y familiares. Sus guantes blancos no se verán sangrados, es la impunidad de aquél que intenta joderle la vida a otro sin dejar rastro, ante los ojos de una sociedad que prefiere ignorar antes que luchar y vencer. El ostracismo que conduce a la autodestrucción, aquél causado por la no-pertenencia a un grupo o a un clan, por no seguir el tribalismo de compañeros de trabajo encegados por la competencia para conseguir un puesto o por el castigo a las miles de ovejas negras de algunas familias, que tienen que ser desterradas por el simple hecho de reivindicarse como individuo. 

Y yo ando, por el pueblo que ya se convierte en ciudad, un lunes por la mañana dispuesta a hacer unos recados en la universidad. Y pienso en la enfermedad y en la empatía hacia ésta, la inmunidad que tenemos todos nosotros, y el rencor y la pena que siente una persona que acabó siendo la anoréxica de la clase, porque cuatro animales y una mujer mayor se animaban a llamarla gorda, mientras las ratas que perseguían a los flautistas les hacían de coro, negando que nada había pasado. Y recuerdo las ganas de venganza, la violencia que llegué a sentir siendo pacífica, ante una impotencia y el sadismo de una sociedad que discrimina y que selecciona cínicamente a las víctimas para sentirse más o no reforzadas, o monopolizando la violencia (sobre todo psicológica) de unos o de otros, según su conveniencia. Recuerdo todo esto mientras saco el humo gélido por mi boca, pensando en qué se equivoca la gente, en qué me equivoco yo, en qué nos equivocamos todos nosotros. Y la equivocación que debía cometer este pobre chaval: ser diferente y querer vivir su sexualidad como una persona normal, en un país que dice ser progresista de cara a los demás, pero que dentro de las casas alberga estereotipos, xenofobia y homofobia. 

Tribalismo y sadismo, estas dos grandes enfermedades que albergamos todos nosotros y que tan sólo sacamos cuando está permitido y no hay rechazo (cuando, es más, hay apremio) por parte del resto: ante violadores y asesinos, ante enemigos de victimistas o ante el tonto de clase que no puede defenderse. 

Y vuelvo a mi casa, a mi refugio de pensamientos. ¿Qué le habrá empujado a autodestruirse? Y me siento terriblemente identificada, ante tantísimas veces que deseé tirarme por el balcón ante una llamada traicionera, una amenaza, un saco de insultos o ante una falsa unión familiar a partir del sacrificio humano. Podrían haberse ido esos hijos de puta llamados acosadores. Pero no lo hicieron. Ya eran demasiado felices desgraciándole la vida. 

domingo, 1 de febrero de 2015

David y Goliat o el derecho al insulto

A partir de hoy me reservo el derecho al insulto, con la lengua cervantina, como aquél estudiante de biología que elabora una tesis doctoral sobre ciertos comportamientos zoológicos en humanos con supina ignorancia. 

Me he cansado del paseo y de la actitud infantil de dos feminazis y su orquesta de panderetistas. Feminazis que ensucian el nombre de verdaderas feministas como fueron Artemisia Gentilleschi, Simone Beauvoir o Louise Bourgeois. Los mismos que reservaban el papel de la mujer a la tarea doméstica ahora se ponen la chaquetita malva para que el resto no los vea como lo que verdaderamente son, retrógrados vestidos de la mujer del futuro de Neutrex; o aquéllos que ahora ejercen el falso papel de grandes defensores de la infancia, cuando sólo han querido tener para ellos hijos dóciles y manipulables, o bien que les ha importado una puta mierda el bienestar de cualquier infante ajeno a su núcleo familiar, siempre y cuando esto no suponga un gasto económico demasiado elevado.

Pero para empezar reservan la igualdad a la igualdad de género, porque la igualdad real les da demasiado pereza, ya que prefieren seleccionar una sola víctima con un afán hipócritamente sensacionalista y porque aun así les gusta criticar a los inmigrantes que les quitan el trabajo o fomentar la xenofobia, como un acto de sublimación de sus vidas de mierda. Los mismos que ahora defienden a la mujer antes la reservaban para limpiar las zurraspas del váter, para que les hicieran la puta comida o porque aún les facilitaran más sus vidas vacías de contenido. Porque están haciendo las cosas muy mal y desde una hipocresía sumamente retorcida: pegar a una mujer es una aberración, pero en cambio maltratar psicológicamente a un par de críos es algo normal en pleno siglo veintiuno. La tranquilidad proporcionada por atribuir las culpas a un bando o al otro, sin investigar el fondo, es la metadona del adicto a la soledad, a la mediocridad y a la vacuidad de aquél que no tiene ningún motivo para vivir, salvo el de sentarse en la barra de un bar y criticar a cualquier hijo de vecino.  

Se califica de inmaduro a alguien que es clave para el proceso de forma poco inteligente, por envidia o algo así, por medio de mensajes amenazantes, escritos de tal forma que el mismo Pompeu Fabra debe de estar teniendo retortijones desde su tumba y que causan más de alguna risa a algún funcionario judicial, después de teatrillos circenses propios de los juicios de la Infanta Cristina o de Isabel Pantoja. Se procede a la tranquilidad falaciosa de atribuirlo todo al interés económico, pero vas al Registro de la Propiedad un viernes por la mañana y ves perfectamente que no eres el único que tiene un interés remunerado, y entiendes que interesa la solvencia de cierta persona, que se vería realmente atacada por el hecho de tener que pagar responsabilidades civiles derivadas de algún delito entonces negado, pero real, verídico y demostrado. Para algunos, pensar o no de una cierta forma parece que da dividendos. Se justifica un acto violento porque fue "provocado" por una grabación no inmediatamente antes, causa de justificación que no figura en ninguna parte de mi Código Penal y que muy posiblemente tan sólo figure en sus morales rastreras que, desde luego, no están capacitadas de ningún apremio. 

Por eso a partir de hoy me reservo el derecho al insulto. Pero no el insulto que ellos cometen desde la pantalla sin mancharse del barro de la guerra, sino de aquél que tiene argumentos más que suficientes, suficientemente madurados desde la perspectiva de la primera persona.  Hoy el insulto va a ser poesía y la ofensa, reflexión. Es el insulto constructivo y bien razonado, porque ofende desde la verdad, aquél cometido con la pistola de la verdad y que hace hervir la sangre mental. Aquélla molestia del hipócrita que aún me da más asco que la violencia, pero no sólo de género, sino la que se manifiesta en múltiples formas.

Porque esta es una lucha de David contra Goliat. El joven David, rey de los judíos, con su rostro y cuerpo de niño, vence al Goliat, más viejo que el diablo. Y Goliat son miles de ignorantes que son derrotados con la habilidad de un jovenzuelo que entonces fue subestimado y que supo imponer su virtud ante la crítica ajena.




martes, 27 de enero de 2015

Ignorancia, conocimiento y religión

Es algo propio del statu quo que ha persistido durante generaciones y generaciones. Es obvio que la ignorancia va a existir siempre, en múltiples formas y en contextos muy diferentes, pero el problema es la generalización de la misma, su apremio y su superposición en muchos ámbitos. Tan sólo hace falta observar las astronómicas audiencias de Gran Hermano y más basura televisiva propiciada por Telecinco y cadenas de la misma índole. 

Pero la ignorancia ha sido una lacra que ha durado ya desde hace siglos, casi desde la Edad Media hasta ahora mismo, y que se ha visto muy acentuada en un país de tradición claramente católica como es España. 

EL MIEDO AL CONOCIMIENTO

La oposición a la ignorancia es claramente el conocimiento. El problema es que las élites poderosas (en este caso que vamos a tratar, la Iglesia Católica) han realizado una maniobra implacable de dominio a las masas a lo largo de la historia y que ha cambiado de dueño, limitando el conocimiento a un poco margen de posibilidades e imponiendo el castigo social y la autocondena de los individuos ante la voluntad de querer saber más dependiendo de qué tipo de cosas.

Sólo hace falta recordar por qué expulsaron a Adán y a Eva del Paraíso: por tomar el fruto del árbol de la ciencia y del conocimiento.


A esto se le propinó una consecuencia clara y aterradora: la expulsión del Paraíso, el descontrol del ser humano y la identificación de éste con la violencia y la perversión del mismo. Tan sólo hace falta echar una ojeada a los siguientes cuadros de Hieronymus el Bosch (El Bosco) y de Dante:



Así pues, llevamos siglos de historia en los que no podías dudar del dogma, no publicar según qué cosas, sino te la jugabas siendo juzgado por la Inquisición o condenado al ostracismo social, contemplado por su forma tan clásica y a la vez tan hipócrita y represora: el pecado. La atribución de ciertas actitudes a un estrecho margen de lo que es políticamente correcto se asegura el comportamiento de las personas, para que no encuentren sus propios límites y que aún menos sean ambiciosas a la vez de establecer sus propias metas. 

Ahora el típico lector progresista estará pensando: "hombre, pero la Iglesia Católica ya no tiene tanto poder, las cosas han cambiado mucho, se tolera el aborto, la homosexualidad...". Pero estamos realmente equivocados: la estrategia se ha renovado, otra vez en el ámbito de lo que es políticamente correcto y lo que no, centrándonos en debates puramente ideológicos sin sentido alguno, que no conducen a nada y que tan sólo retroalimentan más un sistema político sin ideas renovadas y que tan sólo busca mantenerse a él mismo. 


La ignorancia ahora se ha centrado en el egotismo, en el autoabastecimiento, la conservación de un estado sea cual sea, siendo incluso parasitario o tóxico.  En otras palabras: el paradigma de la ignorancia es lo que en psicología se denomina "zona de confort", el estancamiento en algo ya establecido. 

Todos tenemos una forma de vida ya establecida, fruto de mucho esfuerzo o de vivencias sobrevenidas de un ayer, o bien interpuestas por nuestra familia si estamos hablando de clases bienestantes. Tenemos un ámbito, con un umbral que puede alargarse o no, ya sea a nivel personal o familiar, psicológico, profesional o social. Pero muchas veces, se tiende a conformarse con lo establecido o bien actuar como en tiempos de guerra: derrochar hasta la última gota de sudor en el mantenimiento de lo establecido. 

UN ESFUERZO QUE DA MUCHA PEREZA

Cada persona tiene un sentido por el que vivir, y no es sólo la propia supervivencia o la subsistencia, que muy posiblemente sea el instinto más primitivo que tenemos. Así pues, buscar un sentido, una meta, una recompensa a nuestra vida y al progreso de la humanidad implica que dejemos de lado nuestros instintos más ancestrales y superpongamos nuestras emociones o nuestro raciocinio a los impulsos marcados por nuestra parte cerebral más primitiva: el cerebro reptiliano. 

Después de la zona de confort hay un nuevo mundo por descubrir, lo que implica a priori una inseguridad latente al hallarnos en un lugar desconocido y en el que no conocemos el porvenir. Para ello, tendremos que centrarnos en la adaptación, es decir, poner en marcha todos nuestros mecanismos, tanto físicos como intelectuales para adecuarnos al lugar y así poder progresar, lo que requiere que emocionalmente se adquiera cierta fortaleza y voluntad de ser. Esta fortaleza y voluntad de ser no es innata, es totalmente adquirida en este proceso, lo que requiere un esfuerzo, un conocimiento hacia nosotros mismos y un viaje profundo a miedos, traumas e instintos más primarios. 

Lo mismo pasa con la inteligencia y el conocimiento: requieren un ejercicio, una práctica y una voluntad de ser, que tan sólo se adquieren por la actividad y no antes de ella, lo que erróneamente se dice muchas veces para esquivar en cualquier caso este esfuerzo necesario para tirar hacia adelante. Nos creemos poco capaces de algo por creernos menos inteligentes, porque así lo hemos asumido propiamente, o bien creemos que algo es inaccesible o irrelevante porque "no es práctico" para el día a día o bien para la autosuficiencia del sistema. 

Por lo tanto, nuestra misma mente aplica la zona de confort, el miedo a lo diferente, para asegurarnos de la inadaptación a ciertas situaciones, en detrimento del hecho de salir fuera de ésta y conocer cómo somos y cómo funcionamos


Mutilar nuestra curiosidad, creatividad y autonomía nos limita como personas, aniquilando algo muy elemental, que es la propia individualidad y su plasmación en psicología: la personalidad

Por eso la Iglesia Católica puso los límites al conocimiento, vigilando de muy cerca la astronomía y la medicina, que permiten conocer que no estamos solos en el mundo, descubrir qué hay más allá y cómo funcionamos. Y por eso ahora mismo el sistema económico limita la importancia a las ramas del conocimiento que son útiles para la autoconservación del mismo, dejando apartadas las artes, las humanidades y las ciencias del conocimiento, que son claves para seguir adelante y progresar como personas, para ayudar verdaderamente al progreso de la humanidad y hacer de este mundo algo mejor. 

Ahora mismo, el conocimiento se centra en sacarte una carrera universitaria y moverte para poder trabajar y ser alguien más en el sistema. Pero en cambio, se deja totalmente de lado el hecho de coger un libro, tocar el piano o expresar las emociones por medio de movimientos físicos expresivos, y en todo caso se destinan a la cultura de consumo, al puro entretenimiento de pantalla, sin permitir que las personas sepan leer entre líneas, entender lo que les exponen y adaptar lo que les exponen a sus propias emociones y vidas. 

Podemos verlo en el aterrador éxito que muy posiblemente va a tener la película de Cincuenta Sombras de Grey, a pesar de la infame calidad literaria del mismo libro, de esconder un machismo más que latente en las escenas y de banalizar el amor, hecho del que hablaré muy posiblemente en un artículo futuro. O bien en las indignantes audiencias que está teniendo el programa Gran Hermano VIP, cuyos seres protagonistas sin pena ni gloria son el máximo exponente de la ignorancia y la exaltación de la misma en este país. 



También podemos verlo en el día a día de miles de familias que dicen ser esclavas de la desgracia, aguantando matrimonios tóxicos mientras sus hijos viven enganchados al ordenador o a los videojuegos, sin comprender que la vida no es solamente ocio, sino que es algo más allá de ello y que implica la realización de actividades que permitan realizarnos y crecer. El trabajo dignifica, y algunas veces es esencial hallar lo desconocido en el más allá de lo establecido, a partir del cambio.

¿Vale la pena seguir en este bucle de autoconservación que muy posiblemente nos lleve a la destrucción y a nuestra degradación mental de forma exponencial?

¿Vale la pena ser esclavo del día a día para tener como recompensa sólo unos días de ocio que nos pasamos en el cine o en las rebajas?

¿Vale la pena mantenerse tal y como estamos y no admitir que hay algo más allá que realmente nos haga felices, prescindiendo del último modelo de iPhone lanzado en el mercado?

Hasta aquí hemos hecho un paseo casi que histórico a los usos de la ignorancia y al manejo de la curiosidad humana según la conveniencia de los tiempos e incluso por la misma voluntad de las personas. 

Ahora toca sentarse a pensar y qué podemos hacer con nosotros mismos y, sobre todo, en qué estamos haciendo mal. 



domingo, 25 de enero de 2015

La mala educación

Hace ya unos días terminé los exámenes de la universidad. Y, tras unos días llenos de enfermedad (hecho típico de los meses crudos de invierno y de las bajas temperaturas) y de aburrimiento bien invertido, me he puesto a pensar en la educación y el derecho a ella, su (poca) aplicación a la sociedad, y el daño que ha llegado a hacer el hecho de que algunos no dediquen ni el más mínimo segundo de su vida a plantearse que la verdadera educación es la que diriges tú mismo, además de la académica, sabiendo cómo interpretar la información y cómo crecer como persona.

La poca autodisciplina, la infame apertura a la diferencia y a nuevas corrientes, ha llevado a la aparición de castas parasitarias de subnormales agrupados en colectivos que se apoyan en los mármoles de la ignorancia, el egotismo y la chulería del ignoto, el incomprendido y el que se cree inferior a los demás porque nunca se ha visto capaz de dar con las riendas de su vida. Crean su ideología, su visión cerrada y poco realista e inteligente de ver las cosas, porque el mundo les resulta cruel y hostil. Envidia al triunfador o el que quiere salir del agujero negro de la ignorancia y del oscurantismo de este tipo de especímenes. 

Ideología. Aquélla consecuencia de la falta de libros, de cultura y de arte en las personas, con el afán de sentirse realizadas a partir de enfrentarse unos a otros. Aquélla justificación de la violencia que ha llevado a tantas guerras o ha llevado a joder la vida a una gran serie de personas, quitándole los derechos con base política, religiosa o biológica. Aún recuerdo cómo algunas voces ignorantes decían que yo, mujer de diecinueve años y con media de notable con lo que lleva en la universidad, no podía seguir estudiando porque, como mujer, no apoyaba la ideología de una mujer que había cometido atrocidades y pretendía arrebatarme la (poca) dignidad que entonces me quedaba. 

La mala educación. Aquélla que impide que las personas puedan progresar por razones apócrifas, beligerantes y por complicidades dentro de juegos de cobardes, que por haberse apartado en el tiempo justo para no salir ensuciados de la guerra se arrepienten de su complicidad y entonces buscan quedar de puta madre, como sinvergüenzas que juegan con la desgracia ajena para lucrarse en un programa del corazón.

El derecho a la educación. Tan sólo aquéllas personas que no le dan importancia a la suya propia (y que se plasma en mensajes amenazantes y en insultos sin sustentarse en hechos empíricos, o que de existir los ignoran) pueden subestimar o arrebatársela a los demás. Porque un libro puede llegar a ser un arma emocional. Conocer que hubo unos filósofos que sospecharon del sistema liberal (como Nietzsche) es un peligro, porque puede conducir a que los propios hijos se rebelen contra sus padres dictatoriales. Conocer que hubo pintores o grandes músicos en la historia del arte también es un peligro para algunos, porque eliminar tus cadenas emocionales supone ser libre y no ser dependiente de instigadores. Conocer la historia, para que no aprendas de los errores, les da miedo, porque podrás llevar a cabo revoluciones.

Aquéllas voces ignorantes. Maleducadas, que gritan sin coherencia sintáctica o amenazan con textos llenos de faltas de ortografía, plasmando una vez más la ignorancia tanto en el contenido como en las formas. La oposición y el triunfo del que conoce. La amargura, el egotismo y la hostilidad constante del ignorante, que vive cómodamente en su sofá mientras mira en una ventana triste la lluvia, sonando el Sálvame de fondo y con el libro abandonado en la estantería, esperando a ser abierto. 

domingo, 4 de enero de 2015

Pequeños gladiadores

Niñez y adolescencia
momentos de decepción e inocencia
camino lento a la senectud
a la adultez, a la amargura del que cree y no ve.

Adiós ilusión, adiós esperanza
adiós a aquélla niña ilusa,
miles de esperanzas muertas en batallas,
batallas de guerras impropias,
de distintos dioses, distintos dictadores
niños que de la noche al día fueron gladiadores.

Zapatos sucios, la ropa rota
polvo enredado en el pelo y en las botas,
llantos en una noche, un grito infantil
no son culpables de este juego tan pueril.

Niños abandonados y olvidados
banalizan su sufrimiento y su denuncia,
una niña se convierte en mujer
adulta para crecer y poderse defender
de una tradición insana
tradición de traiciones
de algunos que comentan y que ignoran
las miles de lágrimas, los lagos de los que sufren
ante el televisor ríen y lo discuten.

Y gritan, y opinan, y juzgan
sin ponerse sus zapatos,
sin notar la piedra
sin notar la herida que se abre en su cabeza
el sufrimiento por el prejuicio y la incerteza,
que un niño no tiene razón sin haber logrado crecer
bandos que se odian sin que nadie lo logre entender. 

Gladiadores de piedra que perecen,
gritan para su supervivencia
mientras lloran, cuando no hay sol,
cuando nadie les escucha ni les da amor.