Writing cure: Violencia y género

jueves, 5 de febrero de 2015

Violencia y género

Últimamente estoy muy puesta en lo de escribir artículos de mi vida personal, así que proseguiré. Quizá éste sea el más polémico que he escrito hasta ahora, y a la vez el más complejo de entender y que requiere una mente aún más abierta.
Todo empezó cuando mi pareja y yo estábamos yendo a un centro comercial y me encontré con un folleto sobre becas universitarias. En él, se decía que las personas víctimas de violencia de género pueden acceder a una beca, con la cobertura al 100%, habiendo una sentencia condenatoria y no sé cuántos requisitos más. Entonces bromeamos: "podría denunciarte perfectamente, decir que hemos tenido sexo no consentido y además me creerían", le dije, y así me ahorraría el incansable trabajo para obtener matrículas de honor y tener descuentos en la universidad.

Esto me abrió la puerta a indagar más sobre este tema, ya que algunos profesores míos criticaban duramente la Ley de Violencia de Género (Ley Orgánica 1/2004), y que yo desde entonces identifico como una "reforma penal de telediario": reformas penales que quizá refuerzan las penas, que no tienen efectividad ninguna para evitar el delito, pero que a los ojos de la gente se observan como buenas, pues los profanos en la materia no son capaces de reconocer que más pena no significa más efectividad, es decir, un violador ya puede estar tranquilo que, por mucho que la ley establezca quince años de cárcel, posiblemente nunca le puedan pillar. He sabido, además, que muchos sectores de juristas y de funcionarios públicos se han mostrado contrarios a esta ley y a sus formas de aplicación, y es que la Ley de Violencia de Género es una auténtica aberración jurídica: 

- El ordenamiento jurídico se basa y se sustenta, sobre todo, en el principio de igualdad. Muchas veces se opta por la discriminación positiva para ayudar a los colectivos más desfavorecidos y en unas condiciones claras de desigualdad, como las minorías religiosas y étnicas. Es decir, a priori debe de haber una necesidad "real" para la discriminación positiva y aún más para un colectivo tan grande. En otros países sí que hay una necesidad real porque, además de una discriminación a nivel cultural y una atribución de roles por razón de sexo muy severa, hay una desigualdad efectiva de derechos, sobre todo en relación a la educación y en la autorealización como seres humanos, con las mismas oportunidades que un hombre.

- La jurisdicción penal se sustenta en el principio in dubio pro reo, que supone la presunción de inocencia, es decir, el reo no tiene que defender su inocencia, sino que es la parte acusadora la que tiene que demostrar justamente lo contrario. He sabido que el Tribunal Supremo, en su jurisprudencia relativa a la violencia de género, opta por el "principio de veracidad" de la palabra de la mujer, es decir, su palabra tiene valor de certeza, con escasa necesidad de presentar pruebas o testigos. 

- En el texto de la ley, ya en su preámbulo, se criminaliza al hombre y se produce una generalización relativa al abuso de género por parte de todos los hombres hacia todas las mujeres. 

- El Código Penal vigente establece que si un hombre produce una agresión a su pareja (mujer), será tipificado directamente como delito, mientras que si una mujer hace lo mismo, será tipificado como falta. Es decir, se usa una base puramente biológica para determinar si es delito o falta.  

- En ningún caso, la Ley de Violencia de Género cubre las agresiones entre parejas homosexuales, sólo de hombre a mujer, con lo cual se da un trato diferenciado, a pesar de que el colectivo homosexual se ha considerado, muchas veces, como un colectivo "débil" que merece una protección especial.  

Como se puede ver, se está "sacrificando" el principio de igualdad de una forma totalmente errónea, contradiciendo incluso la presunción de inocencia con la presunción de culpabilidad del hombre. Se han establecido unas políticas sociales de la hostia, una publicidad y unos principios "progres" y utópicos: se ha construido una pantalla, una faceta progresista, para hacer ver que estamos en un país hiper social y progresista, igualitario y demás; mientras que lo único que se ha conseguido es un aumento de las denuncias falsas y el abuso, una vez más, de las políticas sociales que nos ofrece el sistema. Y este abuso conduce que los casos reales, que desgraciadamente acaban en asesinatos muchas veces, no se traten con la eficacia que se exige. 

Entonces algunos se preguntarán: si se han sacrificado tantos derechos y habiéndose hecho una discriminación positiva de la hostia, ya hoy en día tendríamos que haber terminado con la violencia de género, ¿no? La respuesta es negativa. Es más, el número de mujeres asesinadas no ha hecho más que mantenerse o incluso ascender:


Obviamente esto demuestra que sí que hay colectivos culturales en los que sí que hay "violencia de género", en los que efectivamente se ven a las mujeres como "inferiores" o se las obliga a roles que no les pertenecen. 

Pero no he venido aquí a hacer un análisis de la ley, sino que, como siempre, quiero dar una perspectiva diferente a todo el tema de la "violencia de género", darle la vuelta más absoluta, llegar al fondo de la cuestión e identificar los problemas reales que nunca se han querido solucionar: la degeneración del feminismo, el sexismo y, por último, la erradicación de la violencia familiar. 

LA DEGENERACIÓN DEL FEMINISMO

El feminismo y la Revolución Femenina han supuesto que las mujeres logren la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, a pesar de que hoy en día en muchos países queda mucho por hacer. El problema es que en los países occidentales, y en particular en España, donde se ha logrado una igualdad de derechos, el feminismo ha pasado de ser un movimiento que busca la igualdad a ser un movimiento que se sustenta en la "debilidad" de la mujer para su razón de ser. 

Cada día vemos miles de personas que se autodenominan feministas, que denuncian el poder del patriarcado y otros ideales que no acabo de conocer muy bien, pero lo cierto es que están haciendo más bien poco. A nivel general, he podido observar que se perpetúa la "debilidad" de la mujer enfrente del hombre, es más, algunas veces se la coloca a un nivel superior, sobreprotegiéndola. Digo que están haciendo más bien poco porque la discriminación por sexos tiene su base principal en el sexismo y, en un nivel más general, en las desigualdades que se establecen para diferenciar las personas. Y es que no podemos erradicar la violencia de género si no eliminamos el sexismo y, de raíz, la desigualdad fundamentada en la raza, la economía, la religión o cualquier circunstancia personal de esta índole. 

Está más presente de lo que creemos. Realmente no servirá de nada defender la Ley de Violencia de Género, reivindicarte como feminista, salir a manifestarte cada 25 de noviembre, dar discursos en contra del patriarcado, si realmente no eres capaz de observar que el problema real son los prejuicios y los roles que tenemos instaurados de forma inconsciente por razón de género.

Tan sólo hace falta echar una ojeada a toda la expectación y polvareda que levantan los desfiles de Victoria's Secret, con las supermodelos y sus pechos operados, su severa desnutrición más que evidente y bajo sus kilos y kilos de maquillaje que más bien tienen poco a resaltar; en vez de demostrar que las mujeres, como cualquier otro ser humano, pueden contribuir en el progreso de la humanidad, descubrir vacunas contra las enfermedades o ayudar en actividades filantrópicas, más que ser maniquíes o sujetos de centros de belleza. 



Es el sexismo del siglo XXI, el que se ve en forma de publicidad y en la creación de inseguridades para contribuir aún más en el sistema consumista, estableciendo lo que es sexualmente deseable y lo que no. 

También lucha contra el patriarcado mientras tus hijos escuchan reggaetón, mientras compras juegos de maquillaje a tu hija de once años para que empiece a pintarse como una mona, comprándole muñecas como las Monster High o Barbie, haciendo la cola de la cirugía estética para operarte los pechos o hacerte una liposucción; enséñale a tu hija superdotada a vestirse de princesa en vez de llevarla a la biblioteca a museos, tíldala de guarra por descubrir su sexualidad a los quince años, y tantos otros ejemplos que podríamos encontrar en la sociedad contemporánea. También  pienso en el marido que va de feminista y acude a la prostitución, máximo exponente de la trata de seres humanos y de la esclavización del sexo femenino, en aras de la complacencia sexual del hombre; mientras se masturba viendo porno degradante para la mujer y mientras te exige que te compres lencería para gustarle más. 

Como ya contaba en mi artículo LA VERDAD SOBRE EL VICTIMISMO, la ideología feminista se ha convertido en una ideología victimista que permite, entonces, que las mujeres se impongan sobre los hombres (e incluso sobre sus propios hijos), ya que han sido discriminadas durante siglos. Esto supone una gran contradicción, porque parece que no se quiera alcanzar el fin deseado, la efectiva igualdad entre sexos, sino que se establece una dicotomía, y es que, por un lado, se otorga un estatus superior a las mujeres para ejercer sus derechos contra los hombres y en la sociedad, y por el otro lado se justifica tal superioridad porque el género femenino ha sido víctima de represalias durante años. 

Os voy a comentar un caso muy curioso. He conocido al largo de mi vida mujeres que provenían de familias machistas y que a costa de trabajar y con la voluntad de ser independientes pudieron estudiar, sacarse una carrera universitaria y adquirir un buen futuro profesional. Estas personas nunca se han "chuleado" ni han ido gritando al viento que son feministas, sino que realmente han puesto a la práctica sus virtudes y cualidades, y por su propia mano han podido salir de la sinrazón de no poder estudiar por ser mujeres. Ahora bien, me he topado con un caso muy curioso digno de comentar, y es que ahora resulta que mujeres que eran machistas convencidas, que reivindicaban el papel de la mujer como cuidadora de los hijos y de la casa sin la posibilidad de acceder a la educación superior, por decir estas palabras me han tratado de "machista", me han deseado que mi propia pareja me "maltrate" por pensar en lo que ahora mismo os estoy contando. Cabe decir que ninguno de estos personajes ha salido de la limpieza del hogar o de los oficios de la estética, profesiones clásicamente atribuidas en exclusiva a las mujeres, entre otras cosas, y no me producen respeto alguno en cuanto a méritos profesionales ni académicos. También estos personajes que se reivindican como feministas radicales me insistían mucho de pequeña conque tenía que ayudar plenamente en las tareas del hogar, que por ser mujer tenía que tener la habitación especialmente ordenada, entre otras cosas. Y estas mismas personas culpan al "machismo" de no haber podido estudiar, mientras que ni se han planteado hacer nada especial en sus vidas a parte de seguir con este posado "victimista". 

En conclusión: el victimismo de algunas personas que se hacen llamar feministas no soluciona las cosas, sólo contribuye a la "debilidad" de la mujer y no soluciona los problemas reales, es decir, ni el sexismo, ni la salida en adelante de estas personas que tanto dicen que han sido víctimas del machismo. 


LA VIOLENCIA DOMÉSTICA: ESE GRAN DESCONOCIDO

No voy a negar que realmente exista violencia entre parejas de distinto y del mismo sexo. No voy a negar que, tampoco, haya subnormales que atribuyan las tareas del hogar exclusivamente a la mujer. Pero el problema es que la violencia de género ha establecido una "formalidad" que detiene cualquier interpretación y resolución de los conflictos familiares.

Como bien sabemos, todo conflicto es realmente muy complejo, supone analizar, por un lado, qué víctimas y qué agresores hay, si han adquirido un doble papel, qué es lo que han hecho, etcétera. El análisis de la violencia en los hogares supone un análisis acorde con las nuevas formas de vida, que requiere una mentalidad abierta, una concepción horizontal del ser humano y una efectiva voluntad de terminar con el problema. Me explico.

Esta formalidad de la violencia de género, tal y como lo interpreta la sociedad, casa con la perspectiva victimista: se selecciona una víctima, se la toma como la buena de la película y en ella no caben defectos ni la posibilidad de que ella asuma responsabilidades, como se puede evidenciar en los medios de comunicación. Es el caso de muchas situaciones de violencia doméstica en las que se coge a la mujer como principal víctima y allí se detiene el análisis, prescindiendo de considerar si ella también ha hecho algo mal o si ha cometido actos violentos, en qué magnitud y si esconde alguna mala intención a partir de "victimizarse". He leído miles de testigos de denuncias falsas de violencia de género que, desgraciadamente, explicitan esta idea, o bien estadísticas sobre hombres muertos por sus mujeres que no evidencian precisamente un desequilibrio entre géneros. 

Este análisis puramente formal también obliga a prescindir del resto de víctimas, se selecciona a la que da más "pena" y, en todo caso, se justifica cualquier acto que haya podido cometer la víctima, bajo la excusa de "es una mujer maltratada", "sólo está sufriendo secuelas". No hace falta recordar que los niños son los grandes olvidados en estos casos, y muchas veces se les atribuye el papel de chivo expiatorio por no haberlo denunciado o por no haber hecho lo apropiado, en vez de considerarlos como una víctima más.  Los conflictos de violencia doméstica son tan complejos que los gilipollas de turno prefieren estancarse en la interpretación ideológica y victimista que se otorga a la violencia de género, que no contribuir a la efectiva resolución de problemas porque, además de evitar el esfuerzo intelectual que esto supone, condenar la violencia de género supone que ante los demás quedes de putísima madre y te sale más a cuenta linchar al hombre o a las otras víctimas que no hacer el bien. 

Se ha colocado, por ende, a las víctimas "secundarias" en la misma situación que antes tenían las mujeres maltratadas en los años cincuenta, es decir, de una total ignorancia, incluso de la carcajada ajena, de las autoridades y de los prójimos. Se ha establecido un quid pro quo de las víctimas, en vez de poner las cartas encima de la mesa y solucionar, de una vez por todas, a las causas que motivan a la violencia doméstica, en vez de ir con condenitas de mierda, fardar de un feminismo que no se tiene y de apoyar a la pobrecita de turno para satisfacer tu imagen ante los demás. 

¿Es que las mujeres somos "buenas" por naturaleza porque lo marca el cromosoma X?

¿Es que no hay mujeres que han colaborado con el terrorismo?

¿Es que no hay mujeres que han sido aún más ambiciosas y corruptas que algunos hombres?






LO QUE REALMENTE HAY QUE HACER

Lo que realmente hay que hacer es lo siguiente. Es observar las personas como seres humanos, no como hombres ni como mujeres, ni como ricos ni pobres, ni distinguirlos por raza ni mucho menos. Tiene poco sentido vanagloriar el feminismo y condenar la discriminación de la mujer si te dedicas a maldecir los moros de tu barrio porque te están quitando el trabajo. 

Yo no pienso que soy una mujer, pero sí que me siento como tal; soy un ser humano más con un sexo diferente, que puede colaborar de igual a igual en el conocimiento, en el arte, en la ciencia, la literatura, en la sociedad; puedo enseñar valores a mis futuros hijos, ni mejor ni peor por ser mujer; puedo decidir libremente sobre mi cuerpo, sobre lo que quiero o no, no dejarme pisar por nadie ni por nada, revindicar mis derechos aunque choque con la concepción que algunos tienen de la violencia de género, analizar punto por punto cada problema y ayudar, en la medida que sea necesario, poniéndome los zapatos y no sólo en el lugar del que sufre en su casa, ante la incomprensión y rechazo de su entorno, que no entiende su sufrimiento. 

Lo que hay que hacer es saber convivir con la diferencia y, aún así, tender puentes, promover el respeto entre las personas, condenar la violencia ejercida de forma injusta y arbitraria, prescindiendo del sexo de quien la cometa, no pensar tanto en la faceta y pensar en lo profundo. 

Porque es más que evidente que a nivel fisiológico y psicológico que hombres y mujeres somos distintos, que no por ser de otro sexo uno es más psicópata que el otro, sino que estamos presentes en la naturaleza para aunar esfuerzos y construir la historia de la humanidad. 

ENLACES DE INTERÉS

Para justificar la aberración jurídica: 



Lo que pasa de facto: 



Lo que debería de ser (Suecia es el referente mundial de igualdad, a pesar de haber sido uno de los países más machistas previamente):