Writing cure: La mala educación

domingo, 25 de enero de 2015

La mala educación

Hace ya unos días terminé los exámenes de la universidad. Y, tras unos días llenos de enfermedad (hecho típico de los meses crudos de invierno y de las bajas temperaturas) y de aburrimiento bien invertido, me he puesto a pensar en la educación y el derecho a ella, su (poca) aplicación a la sociedad, y el daño que ha llegado a hacer el hecho de que algunos no dediquen ni el más mínimo segundo de su vida a plantearse que la verdadera educación es la que diriges tú mismo, además de la académica, sabiendo cómo interpretar la información y cómo crecer como persona.

La poca autodisciplina, la infame apertura a la diferencia y a nuevas corrientes, ha llevado a la aparición de castas parasitarias de subnormales agrupados en colectivos que se apoyan en los mármoles de la ignorancia, el egotismo y la chulería del ignoto, el incomprendido y el que se cree inferior a los demás porque nunca se ha visto capaz de dar con las riendas de su vida. Crean su ideología, su visión cerrada y poco realista e inteligente de ver las cosas, porque el mundo les resulta cruel y hostil. Envidia al triunfador o el que quiere salir del agujero negro de la ignorancia y del oscurantismo de este tipo de especímenes. 

Ideología. Aquélla consecuencia de la falta de libros, de cultura y de arte en las personas, con el afán de sentirse realizadas a partir de enfrentarse unos a otros. Aquélla justificación de la violencia que ha llevado a tantas guerras o ha llevado a joder la vida a una gran serie de personas, quitándole los derechos con base política, religiosa o biológica. Aún recuerdo cómo algunas voces ignorantes decían que yo, mujer de diecinueve años y con media de notable con lo que lleva en la universidad, no podía seguir estudiando porque, como mujer, no apoyaba la ideología de una mujer que había cometido atrocidades y pretendía arrebatarme la (poca) dignidad que entonces me quedaba. 

La mala educación. Aquélla que impide que las personas puedan progresar por razones apócrifas, beligerantes y por complicidades dentro de juegos de cobardes, que por haberse apartado en el tiempo justo para no salir ensuciados de la guerra se arrepienten de su complicidad y entonces buscan quedar de puta madre, como sinvergüenzas que juegan con la desgracia ajena para lucrarse en un programa del corazón.

El derecho a la educación. Tan sólo aquéllas personas que no le dan importancia a la suya propia (y que se plasma en mensajes amenazantes y en insultos sin sustentarse en hechos empíricos, o que de existir los ignoran) pueden subestimar o arrebatársela a los demás. Porque un libro puede llegar a ser un arma emocional. Conocer que hubo unos filósofos que sospecharon del sistema liberal (como Nietzsche) es un peligro, porque puede conducir a que los propios hijos se rebelen contra sus padres dictatoriales. Conocer que hubo pintores o grandes músicos en la historia del arte también es un peligro para algunos, porque eliminar tus cadenas emocionales supone ser libre y no ser dependiente de instigadores. Conocer la historia, para que no aprendas de los errores, les da miedo, porque podrás llevar a cabo revoluciones.

Aquéllas voces ignorantes. Maleducadas, que gritan sin coherencia sintáctica o amenazan con textos llenos de faltas de ortografía, plasmando una vez más la ignorancia tanto en el contenido como en las formas. La oposición y el triunfo del que conoce. La amargura, el egotismo y la hostilidad constante del ignorante, que vive cómodamente en su sofá mientras mira en una ventana triste la lluvia, sonando el Sálvame de fondo y con el libro abandonado en la estantería, esperando a ser abierto.