Writing cure: Bernini, el tiempo y una dulce verdad

sábado, 22 de agosto de 2015

Bernini, el tiempo y una dulce verdad



En Roma se encuentran muchos sorpresas. Es un lugar prodigioso para los humanistas, para los que se emocionan con el arte, los que buscan el significado a todas las obras pictóricas y escultóricas y para los que el arte es un medio perfecto para expresarse. 

Me hallaba yo, perdida entre tantas iglesias, entre tanto oro en el Vaticano, entre tantos y tantos  espejismos dados por el calor en pleno agosto, que me encontré con ese grupo escultórico del que no tenía noticia dentro de la Galleria Borghese, ubicada en la zona alta de Roma. La entrada valió la pena: en ella se albergaba la mayor colección de las obras de Bernini, el escultor oficial del Vaticano durante el papado de Inocencio X. Sus pliegues característicos y el retrato perfecto del movimiento en el David. El recuerdo de la Guerra de Troya con Eneas y Anquises. La transformación mitológica de Apolo y Dafne y su perfección a la hora de limar y pulir el mármol detalle a detalle. 

Nunca la terminó, ni fue un encargo de nadie. Era un retrato íntimo, intimísimo, dado que el Papa había muerto y, con su sustitución, lo prefirieron a Borromini antes que a él. Un momento de crisis, crisis por la que se caracteriza el Barroco, corriente artístico en el que él se hallaba y, a su vez, en su contexto personal. 

La verdad revelada por el tiempo (La Verità en italiano) es una alegoría sobre que la verdad, a la larga, acaba saliendo, con toda su belleza y bondad, sentada ante la Tierra y dominando todo el mundo conocido. Por ello, la representa como una mujer con los cánones de belleza del momento, denotando una gran fertilidad; riendo y siendo destapada por el tiempo, que a su vez es el tiempo que se lleva por delante ese mantel. El mantel que la cubre, el engaño, la ignorancia y el desconocimiento de ella, se releva cuando el viento de la verdad llega y destapa toda su grandiosidad y belleza. Como siempre, Bernini es fiel a sus pliegues y a su absoluta fidelidad al retrato de emociones y del viento, como se podía observar en el Éxtasis de Santa Teresa. 


La descripción, escrita en latín, retrataba su situación personal, que a su vez era una muestra más de soberanía del artista sobre sus medios para conseguir sus obras. 

Simulacrum veritatis tempore detegendae.