Writing cure: Un mundo feliz: ¿vivimos como ellos?

viernes, 9 de agosto de 2013

Un mundo feliz: ¿vivimos como ellos?

Supongo que ya conoceréis las dos grandes distopías escritas durante el siglo XX y sobre las cuales han aparecido varias especulaciones sobre su relación con la realidad que estamos viviendo. Sus títulos son Un mundo feliz (1932), de Aldous Huxley; y 1984, de George Orwell.

La primera trata sobre el desarrollo de la tecnología reproductiva, que conlleva a un cultivo de humanos y la total prohibición de procrear; y que son educados mediante la hipnopedia, llevando a un cambio radical en la sociedad. Podría tratarse de una utopía: una humanidad desenfadada, saludable, sin guerras ni pobreza y, por lo tanto, llegando a una felicidad general. Pero a cambio de erradicar la familia, la cultura, el arte, la filosofía, la literatura, la religión y el progreso científico. En resumen, sus habitantes viven en un clima perfecto a cambio de ceder su actividad racional y emocional, su libertad de pensamiento y expresión y, generalmente, sus derechos fundamentales. 

Para hacerlo de una forma más gráfica, incluyo estas imágenes que encontré en Cuánta Razón y que ayudan mucho a encontrar una analogía de lo que dicen en ambos libros a lo que ocurre en las civilizaciones humanas. 

ORWELL O HUXLEY - A fin de cuentas, ¿quién tiene la razón?


Personalmente, me he leído gran parte del libro de Aldous Huxley, y creo que sí, que hay mucha semejanza con la sociedad actual. Sobre todo me he centrado en uno de los personajes principales, Bernard Marx. Es un joven que ha salido más inteligente que las personas de su alrededor y se da cuenta de los métodos (mucho más sibilinos que en 1984 de Orwell) que usa el sistema para mantener la estabilidad social: la hipnopedia, un método de enseñanza mediante el sueño y que no implica ninguna cuestión sobre lo que se aprende; el disfraz de la felicidad mediante el "todos somos de todos", es decir, sobre el sexo excesivo entre los seres humanos y anulando cualquier compromiso de pareja; el uso del soma, una especie de droga que anula las malas emociones cuando estás triste o enfadado o bien te hace dormir durante días, y de la cual la gran mayoría de los personajes son dependientes... La cuestión principal es que Bernard Marx (por lo que he leído hasta ahora, aproximadamente la mitad del libro) es consciente de lo que pasa y no obedece y esquiva cualquier implicación con estos métodos, con lo cual es marginado del resto y objeto de burlas. 

A mí se me ocurre un ejemplo bastante gráfico. Pongamos que los ideales publicitarios son la hipnopedia, que el soma son las drogas más comunes entre los jóvenes (alcohol, tabaco e incluso cannabis) y que la primera nos dice que todos somos de todos, que podemos acceder a cualquier ser humano como un trozo de carne con fines sexuales. Si alguien no cumple esto ante un entorno que es así... ¿verdad que sería marginado? Tal situación me recuerda al mito de la caverna: el preso se libera, rompe con todas las verdades estereotipadas, sube al mundo de la verdad, baja otra vez para mostrárselo a sus compañeros, y estos lo asesinan porque no quieren cambiar sus malas costumbres. 

Esto me obliga a plantear unas cuantas preguntas: 

¿Estamos obligados a vivir así, y en caso que no lo queramos, condenados a la marginación?

¿Existe la originalidad o todo se debe a la producción en serie?

¿Hasta qué punto somos libres los humanos del primer mundo, cuya sociedad es como la que muestra Huxley?

¿Escoger nuestros propios valores y romper con los estereotipos, como decía Nietzsche con la teoría del superhombre, está mal? 

¿Estaríamos dispuestos a ceder nuestros derechos fundamentales y nuestra libertad de pensamiento y expresión, a un hedonismo creciente cargado de malas intenciones?