Writing cure: Sobre la ética y el interés

jueves, 29 de agosto de 2013

Sobre la ética y el interés

La moral es un tema que debería de importarnos a todos en cierto grado, pero no se habla mucho de él. Siempre se ha dicho que existe una moral generalizada en cada sociedad, con mayor o menor cumplimiento, o con más o menos transgresiones respecto a las morales de otras culturas. Las normas morales no se plasman en las leyes, pero existen de forma quizá un poco desdibujada en cada uno de nosotros y que son de cumplimiento obligatorio o no.

Toda moral y ética debe de estar libre de intereses, ya que ética e interés son términos excluyentes y nunca deben de ir juntos, porque los actos éticos se hacen sin esperar nada a cambio. Hay muchos países que a nivel internacional inician conflictos, sobre todo bélicos, en nombre de la moral, en este caso lo que pasa ahora con Estados Unidos con Siria y como había hecho ya anteriormente con Irak, mientras lo único que se perseguía era beneficiarse del petróleo de ese país y con el tráfico de armas.

Sócrates, a partir de sus diálogos con los ciudadanos atenienses, estableció que existían unos mínimos morales, presentes en cada uno de nosotros: el respeto, la fidelidad, el honor, el amor. Después Platón trasladaría esta filosofía en forma de ideas, entidades inmutables y absolutas.

Según mi punto de vista, hay unos máximos morales, es decir, que son subjetivos según la persona, cogidos por voluntad propia. Uno de los principales problemas de las morales son la imposición de máximos, como por ejemplo el problema del aborto. En el caso de España, se quiere limitar el acceso de las mujeres al aborto, ya que el partido en el gobierno, el Partido Popular, cuyos miembros suelen ser católicos y conservadores, no les parece moral y creen que es un asesinato. Entonces, se está limitando la libertad de la mujer para decidir si querer ser madre, porque algunos que se encuentran en el poder político se muestran contrarios a él.

La imposición de máximos morales y su inflexibilidad se plasman, sobre todo, ante la supremacía que ha tenido la Iglesia Católica durante tantos siglos en la Historia de la humanidad. Su cumplimiento se aseguraba a partir de la exclusión de la masa ante a quienes no la cumplían, su persecución o acoso, que se ejercía principalmente a través de la Inquisición. Por lo que veo, esta represión ha causado un deseo de rebelión ante ésta, generando una rebelión auténtica ante sus principios morales (como la castidad) y una versión contraria e incluso esperpéntica que ha ido transmitiéndose hasta las generaciones actuales.

El problema del pseudoprogresismo y la falta de mínimos morales

La moral surgida ante la reacción de la ética judeocristiana, ahora mismo está actuando como ésta anterior. En algunos casos se margina a quién no la cumple (o al menos he visto yo en mi contexto cultural y social, y por lo que veo muchas veces en anuncios y los medios de comunicación), ante una oleada de progresismo que ha surgido y dominado durante los finales del siglo XX y lo que llevamos del siglo XXI. Es decir, se condenan otras formas de pensar, muchas veces, en el mismo nombre de la libertad. 

La población occidental actual no ha sido suficientemente ni bien educada, ni es bien consciente de los mínimos necesarios y auténticos para mantener la paz y evitar los conflictos ante las diferentes éticas que pueden convivir en nuestra vida cotidiana. Los mínimos más mínimos y absolutamente necesarios e indiscutibles, para lo que veo en el mundo actual, son el respeto, la tolerancia, la conciencia de que no existe un pensamiento único (si fuese así, no existiría la filosofía) y la apertura ante nuevos corrientes morales o culturales, de tal forma que cada ser humano tenga la suficiente necesidad de reflexionar.

Esta "pasividad de reflexión" que tenemos en las sociedades del primer mundo hace que se nos impongan morales que quizá no desearíamos, de forma inconsciente. Por ejemplo, sobre el papel somos sociedades con la igualdad entre hombre y mujer total, pero hay veces que toleramos comportamientos tanto machistas como hembristas (hablaré próximamente de ello), que de antemano serían indignantes para la mayoría de nosotros pero que, ante nuestra pereza moral, tomamos como algo normal. Es como si a un niño pequeño no le gusta la zanahoria y le dan potitos con trozos de ésta batida. Nos lo tragamos sin más, pero no sabemos exactamente qué nos tragamos.