Writing cure: Tropezar con la misma maleta

miércoles, 21 de agosto de 2013

Tropezar con la misma maleta

Hoy me encontraba en los andenes concurridos de la estación de Sants, en Barcelona. Había muchísima gente que esperaba un tren hacia al aeropuerto, cargada con sus maletas y acompañada de sus familiares. Hacía el calor típico del mes de agosto, acentuado por el hecho de estar bajo el suelo.

Con la sensación del sofoco y en medio de la multitud, mientras esperaba pacientemente el tren que me tocaba, he caído en algo que tenía frente a mis ojos y que ha hecho percatarme de algo importante. He visto un grupo de tres mujeres, madre, hija mayor e hija pequeña. Como he dicho antes, había un montón de maletas y... ¡pum! la pobre pequeña ha caído a causa del borde de una maleta que había en el suelo, precipitándose de golpe hacia éste. Calculo que la niña tendría unos ocho años. Ha estado unos segundos tirada al suelo, mientras gemía del dolor y protestaba ante la madre, que pasaba de largo y seguía adelante para ir a otro andén. La niña ha sabido levantarse sola, mientras soltaba alguna lágrima de susto, de dolor y, supongo, que también de la vergüenza de caerse en un lugar público. Pero la madre ni se ha dado cuenta, y si lo ha hecho, ha hecho caso omiso. En cambio, la hermana sí. Pero no se ha dirigido a ella con el fin de ayudarla, no. La hermana, de unos catorce años más o menos, se ha limitado a reírse de ella, porque se había caído y, por lo tanto, se había equivocado. ¿Y por qué?

Este hecho me ha sugerido que está demasiado mal visto equivocarnos en pequeñas cosas. Los niños se equivocan porque no tienen la experiencia suficiente para moverse en la vida y aún menos en las grandes ciudades como Barcelona, y en grandes y concurridas estaciones como la de Sants. Y a la vez los demás nos reímos o nos quejamos de los pequeños errores de los demás y, a la vez, ha habido alguien que lo ha hecho con nosotros.

Luego la madre ha ignorado igualmente el sufrimiento de la chica y la ha condenado con un mal gesto, por la molestia que le ha ocasionado, por haber robado sólo una pequeñísima fracción de tiempo de su vida neurótica típica de la vida adulta, con el fin que pudiese echar un vistazo a la rodilla herida. Hay veces que siendo pequeños nos faltan manos que nos ayuden a levantarnos o que nos den el antídoto para curarnos, para que luego podamos mejorar y no volver a caer en la misma piedra.

La creatividad, como el ser, se basa en equivocarnos repetidas veces y mejorar constantemente, siempre manteniendo la pasión por lo que hacemos y para vivir. Lamentarnos de los errores o de castigar a los de los demás no sirve de absolutamente de nada, porque es algo natural. Lástima que ahora sobrevaloremos tanto la perfección, cuando su obsesiva búsqueda tan sólo nos trae infelicidad...