Writing cure: Frutos atrofiados

martes, 29 de mayo de 2012

Frutos atrofiados

Los días y sobretodo las tardes eran siempre lo mismo. Incluso cuando él estaba. Había de pagar todas las diferencias respecto al ideal con esas virtudes tan fantásticas que, durante los nueve meses de embarazo, habían estado fantaseando e diseñando minuciosamente. No importaba como fuese ni delante de quien, la clave estaba con hacer pasar a ese ser, hacía quince años neonato, que no salió como ellos esperaban. 

Ella pagó durante años el no querer ponerse vestidos de princesa, el escuchar la música rock y no la ópera de Puccini, el gustarle el arte en vez de las matemáticas y la literatura en vez de la historia. Tantos esfuerzos para conseguir a la hija perfecta con clases de ballet y piano para nada, que les llevaron a la frustración. Y así lleva pagándolo Kate, desde que entró en la adolescencia. Miles de esfuerzos hechos en los estudios y miles de risas con amigos que le costó conseguir; esfuerzos que fueron cualificados de gilipolleces. Cada palabra era un golpe físico muy dañino, hasta terminar con algunos huesos rotos. 

Y es por eso que llegó a los dieciocho y emprendió un viaje al mar. Ahí huiría de la vida rutinaria, del egoísmo y de las frustraciones ajenas, y plantaría un árbol de la vida nuevo, con hojas vivas y no atrofiadas, bañado del sol y de la filosofía. De ahí nacerían las flores del olor y la felicidad , y el fruto de la sabiduría y la libertad, y sus hijos saldrían de la misma forma, aceptando en todo momento lo que son, lo que fueron y lo que serán.